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Las tabernas sin duda eran el mejor lugar para obtener información, todo lo que de hablaba era en voz baja y a un precio. Se reunían guerreros en busca de miembros para sus cacerías y uno que otro que solamente ansiaba ir y beber hasta quedar inconsciente.
Liviet en su caso fue arrastrada por su compañera quien no paraba de insistir en la necesidad de una cerveza, como si esto fuera algo de vida o muerte. Al entrar el lugar parecía tranquilo, quizás habían llegado demasiado temprano. Liviet se dirigió a una mesa apartada y tomo asiento esperando que su compañera se aventurara por las bebidas
 
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Dio un pequeño paso hacia atrás, a la defensiva, y aunque era más bajita que ella y podía parecer extraño, quiso proteger a Liviet, aunque él no actuó con violencia, más bien, fue una abrumadora amabilidad e interés lo que sus palabras y acciones reflejaron.

—Tienes cara de todo, menos de sabio.— Observó con imprudencia, mientras le dedicaba una rápida mirada a la Princesa, alzando los hombros ligeramente, luego, sus pupilas marrón se fijaron de nueva cuenta en aquél desconocido. —¿Y... eso nos debería importar por que...?— No comprendía cuál era su punto, o por qué había cambiado tan abruptamente su actitud. Quizás no era más que un estafador que quería robarles su dinero.

Que suerte que no llevaban ni una pieza de oro encima. Pero eso él no lo sabía.
 
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