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HectorDumitrescu · 26-30, M
No importa cuantos lujos tuviera, no dejaba de ser una jaula. Lo que no sabía Lenore es que, lo que realmente hizo cambiar su concepto sobre estar o no dentro de una ehorme prisión; era su compañía. Antes de todo lo que pasó, sentía que al estar junto a ella a ese pequeño rincón del mundo le podía nombrar como su hogar.

— Necesito un jardín interior. Un inmenso jardín interior. — Puntualizó. Lo estaba diciendo enserio. Si le iba a permitir tener lujos entonces haría lo necesario para sentirese como en casa, al menos lo más cercano a ello. Tal vez, si podia estudiar la naturaleza y seguir sus andazas en el mundo de la literatura, sería una cortina de humo lo suficiente amplía para que hiciera caso omiso a sus senitmientos taciturnos. — Y también necesito libros de alquimía, flora y fauna en general. — Añadió mientras posaba el índice en su mentón. Sí, se sentía como un niño pidiendo regalos. La verdad dudaba de que se lo cumpliera así que lo dijo más como un deseo al aire. No esperaba nada, no quería decepcionarse más.

— Hm.. — Murmuró ante la petición sobre su alimentación. En vez de limitar a contestar, tomó fruta del cesto y comenzó a comer. Estaba exquisita, llevaba bastante tiempo sin probar el dulce de la fruta, incluso se le dibujó una sonrisa que no pudo ocultar.

Sin embargo aun le costaba confiar en la pelirroja. En otro escenario le encantaría estrechar su mano y así mismo anfiazar su propia confianza en ella. Dejar todo atrás.... pero su corazón aun no se lo permitía, estaba parcialmente dividido, deseaba cosas hubieran tenido que ser diferentes y su unión no dependiera de un artilugio en su dedo.

— Lenore, quiero que sepas.... que soy más que un forjador de almas. ¿De acuerdo? Es lo único que te diré al respecto. — Musitó como una canción de su alma para ella. Era una frase corta pero que no quería que ella olvidara. Sí, iba a comenzar a trabajar y construir el ejército que tanto anhelaba Carmilla, sin embargo, quería dejar en claro que el nunca limitaría su existencia al único próposito de ser un esclavo sin sueños forjando demonios para convicciones ajenas a las suyas.

— Primero necesitaré un nuevo martillo. Necesitaré algunos materiales, te mandaré la lista. — Dijo mientras acomodaba su mesa y tomaba un pequeño framento de hoja mirando de soslayo la pluma con tinta. Héctor era un alma creativa, poder forjar demonios era un arte en toda forma para él. Todas sus creaciones debían llevar un fragmento de su corazón e inspiración o no serían lo suficientemente fuertes. Por lo que tenía que empezar con armarse de un buen "pincel" antes de plasmar su obra.