26-30, F
Ten cuidado con la brujería, nunca sabes que puede salir mal.
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Una carcajada rasposa fue seguida del chasquido de la cerilla cuando la llama nació, prendiendo con cierta dificultad el hábano. La brisa arrastraba consigo efímeros vestigios de la llama con forma de diminutas chispas. De un movimiento de muñeca, el fuego murió y la cerilla acabaría bajo el tacón de su bota.
—Deja de disculparte, te preocupas demasiado.
Entre que aspiraba el humo que pronto inundaría sus ya negruzcos pulmones, el vaquero compartió otro puro con la chiquilla. Si se ceñía a la moralidad, no era lo más correcto. Pero habiéndola examinado lo suficiente, determinó que ella tendría edad suficiente para poder tomar sus propias decisiones, a lo que la consideraba como una joven adulta.
—Nada, nada, no es nada. Mira.
Le tomaría de una mano, con la que le colocaría el tabaco sobre la palma.
—No te cortes. Prueba.
—Deja de disculparte, te preocupas demasiado.
Entre que aspiraba el humo que pronto inundaría sus ya negruzcos pulmones, el vaquero compartió otro puro con la chiquilla. Si se ceñía a la moralidad, no era lo más correcto. Pero habiéndola examinado lo suficiente, determinó que ella tendría edad suficiente para poder tomar sus propias decisiones, a lo que la consideraba como una joven adulta.
—Nada, nada, no es nada. Mira.
Le tomaría de una mano, con la que le colocaría el tabaco sobre la palma.
—No te cortes. Prueba.