De sólo escuchar las palabras del joven cierto pesar empezaba a inundar el interior del azabache. Vaciló con una mano la cual iba a extender hasta el hombro del menor. No creía encontrar las palabras adecuadas para ese sentimiento, así que se mantuvo en silencio.
Mirando a los alrededores pudo ver diversos instrumentos los cuales reconocía en su mayoría.

—¿Te importa si te ayudo? —dijo con una pequeña sonrisa, yendo por un teclado para hacerse a un lado del pelirrojo—, la música al ser tomada cómo trabajo deja de ser tan especial. Podemos tocar un poco, sin presión, para que las ideas lleguen mejor. ¿Qué opinas?

Había pasado tiempo sin tocar y eso en parte le emocionaba, inició con un par de teclas, pero no tardó en tocar una por error y así estropear el inicio. Instintivamente hizo una mueca, pero eso no lo haría dejar tan rápido el instrumento. Siguió tocando, ahora con cierta naturalidad, las notas eran armoniosas, una suave melodía que iba invadiendo la habitación. [...]