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LV1552459 · 31-35, M
Pompeyo tuvo que huir para salvar su vida.
Llegó a las costas de Egipto y mientras Pompeyo esperaba en su barco, discutieron sobre el coste de ofrecerle refugio con César ya en ruta hacia Egipto: el eunuco del rey, Potino se salió con la suya.
Los egipcios le cortaron la cabeza y se la llevaron, junto con su sello, al rey Ptolomeo. El cuerpo quedó en la orilla. Su leal liberto Filipo lo quemó sobre las planchas podridas de una barca pesquera. La cabeza y el sello fueron más tarde entregados a César, quien no sólo lamentó este insulto a la grandeza de su anterior aliado y yerno (lloró cuando recibió el sello de Pompeyo, en el que estaba grabado un león con una espada en la garra), sino que además castigó a sus asesinos y sus conspiradores egipcios, haciendo matar tanto a Aquilas como Potino.
Llegó a las costas de Egipto y mientras Pompeyo esperaba en su barco, discutieron sobre el coste de ofrecerle refugio con César ya en ruta hacia Egipto: el eunuco del rey, Potino se salió con la suya.
Los egipcios le cortaron la cabeza y se la llevaron, junto con su sello, al rey Ptolomeo. El cuerpo quedó en la orilla. Su leal liberto Filipo lo quemó sobre las planchas podridas de una barca pesquera. La cabeza y el sello fueron más tarde entregados a César, quien no sólo lamentó este insulto a la grandeza de su anterior aliado y yerno (lloró cuando recibió el sello de Pompeyo, en el que estaba grabado un león con una espada en la garra), sino que además castigó a sus asesinos y sus conspiradores egipcios, haciendo matar tanto a Aquilas como Potino.
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