Entendía lo que su chica quería decir, la forma en la que le miró mientras sostenía su rostro, la caricia que le ofreció e incluso su tono. Lynn no necesitaba palabras para entender algunas cosas, Alana lo transmitía consciente o no.
— Está bien, puedes ir conmigo pero no mires mal a mis colegas. — amenazó frunciendo el ceño pero enseguida le ofreció una sonrisa, tomó ambas manos y entrelazo sus dedos con los de ella. —Vamos a cuidarnos la una a la otra, amor. ¿Si?. —

—Se que no... eres muy necia como para simplemente agachar la cabeza y hacerme caso.— Sus manos se posaron sobre las mejillas de la pelirroja y dio una suave caricia con el dedo pulgar de la derecha. Luego, acarició y acomodó su cabello para poder observar bien su rostro. —Me gusta que luches por lo que quieres, pero no tienes que hacerlo sola. No después de lo que descubrimos. Yo...— Agachó la mirada y devolvió los brazos a sus costados. ¿Cómo le decía que en realidad sentía terror de perderla?

Toda su vida vivió bajo la sombra de guardaespaldas, sus padres protegían su legado celosamente y Falcone por supuesto el suyo. Pero esas últimas palabras la hicieron junto a su agarre la hicieron detenerse, su cabello cubría parte de su rostro. —Lo siento... — atinó a responder. — No voy a dejar de hacer mi que quiero o me gusta. Si estas dispuesta a acompañarme la próxima vez, puedes hacerlo. —

—¿Por qué eres tan necia?— Se adelantó hacia ella y la tomó por la muñeca para detenerla. —¿No entiendes que tú eres lo que más me importa?

Esta vez sin ánimos de discutir le dio la espalda y caminó hasta la sala. —Haz lo que quieras entonces. — Claro que no era así, no podía hacerlo que quisiera.

—¿Crees que no puedo? Rétame.— Cruzó los brazos, en su rostro serio había un atisbo de molestia. Era una discusión recurrente entre ambas la seguridad de la pelirroja.

—No puedes acompañarme a todos lados como si fueras mi guardaespaldas. — Su tono bajo una octava, intento sonar tan seria como podía. —No soy tan frágil como crees, te preocupas demasiado...

Llevó la diestra a su frente, soltando un profundo suspiro antes de volver a mirarla. —No importa. La próxima vez no irás sola, ¿De acuerdo? Me tienes a mi para cuidar de ti.

— Estabas dormida, y el hubiera no existe, estoy sana y salva, tomaron medidas preventivas antes de abrir el lugar.

—Pero te pudo haber pasado algo. ¿Por qué no me pediste acompañarte?