ser que eres...**Dicho aquello, Eberhart, con violencia, toma a Aisling por la cintura, para, sin ningún cuidado, voltearlo boca abajo. Y de una manera invasiva, procede a estrujar aquel trasero suave y bien formado, que, intuía estaría de esa manera. Ahora puede disfrutar de él.**
separados por un palmo de distancia; para volver a exclamar, de aquella manera imperante, prepotente y total burlona hacia las palabras y el sentir ajeno.**Te tomaré simplemente porque me place. Porque puedo, porque quiero hacerlo. Te engañé, monté toda la farsa, simplemente porque pude y quise hacerlo. Tú me perteneces ahora, simplemente porque puedo tener lo que Yo quiera; incluidos otros seres... en mi mundo los de mi raza tomamos a quien nos place, porque podemos hacerlo, y yo, que soy uno de los que más ostenta poder, puedo tomar a quien yo desee porque quiero...**Luego, de una manera completamente ávida e irrespetuosa, el azabache lame las lágrimas del muchacho, para luego musitar muy cerca de su oído.**Y si fueras, al menos un poco inteligente te darías cuenta que es un gran privilegio y honor para ti que yo guste de ti... o habrías terminado muerto en cuanto me dijiste la rareza de
**Las bocanadas de aire, la lucha por conseguir respirar del muchacho, para el esparvus es un mero deleite visual. Y, mientras pelea por conseguirlo, de manera ávida, el azabache se inclina sobre el cuello del mismo, para lamer y succionar la piel ajena de la zona. Disfrutando con el movimiento que de esta se percibe al tratar de realizar dicha acción. Mas cuando vuelve a escuchar las palabras ajenas, estuvo por volver a usar la fuerza para acallar su voz. Sin embargo, su pregunta le parece aún más curiosa, que su infinita inocencia, aún siendo un ser que, de alguna manera se alimentaba de humanos.** ¿De verdad crees los actos que sufren los seres en su contra es por algún mal que hayan hecho~?**Inquiere con una marcada mofa, y desdén por las palabras ajenas, para luego reír de manera frenética, justo delante de la mirada del muchacho. Después de aquello, el azabache vuelve a inclinarse, hasta dejar ambos rostros,
(...)
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no tenía las funciones tan completas al ser una creación artificial de aquel demonio, de tener su poder completo, incluso podría erradicar cosas como las sensaciones, pero en esa cruenta región incluso tener control sobre si mismo estaba prohibido —... Siquiera me dirás... ¿Qué fue lo que hice mal ante ti?— Cuestionó con un hilito de voz, mientras sus ojos se fijaban en los ajenos, para Aisling todo aquel acto en su contra había sido provocado por alguna ofensa devenida de acciones o palabras que desataron la irá de Eberhart, no alcanzaba a dimensionar los verdaderos motivos tras todo aquello y aunque dudaba que llegase a ser perdonado por lo menos quería saber la razón.
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Fue una sensación abrumadora el recuperar el aliento de manera tan repentina, la cabeza le daba vueltas por la falta del mismo y le dolió el pecho ante la repentina entrada de aire en sus pulmones, tosió varias veces y su cuerpo se contrajo por aquello mismo, pero aunque sus lágrimas habían escapado su llanto era silencioso, sin quejidos ni sollozos.
Inevitablemente su cuerpo entero fue expuesto a la vista y voluntad ajenas, desnudo y tembloroso, se encogió sobre si mismo, no por vergüenza de su piel descubierta, pues desconocía esa parte del pudor que solían tener los humanos, sino por miedo a lo que pudiese devenir de haber perdido sus ropas. No sabía que más daño pretendía el esparvus causarle, pero era obvio que disfrutaba verlo sangrando, su afición por rasgar su nivea superficie estaba más que evidenciada en esos surcos rojizos que se habían formado bajo el paso de las garras del mayor.
Pese a todo no sangraba demasiado, ni lo haría, aún si aquel cuerpo asemejaba a los huma
con los dos a la vez. Temiendo que el chico, al ver libre alguno de sus pies, decida patear, producto del miedo y la desesperación, con su mano aferra el tobillo desnudo, para negarle ése deseo. De verdad, le deleitaría ver como todos, y cada uno de los esfuerzos físicos para detener aquello, no hace mella a la fuerza del esparvus. Trabajada y mejorada por el intenso entrenamiento para convertirse en lo que es ahora.**
**Por supuesto que no le permitirá morir. No... aquel chico estaba destinado a pertenecerle. Todo lo que él desease, ha tenido que matar, mentir, traicionar y abusar de su posición para conseguirlo. Desde que, sucio, mal herido, y delirante, decidió aferrarse a la vida y mancharse las manos por conseguir lo que desea, ¿porqué no otros seres también?
Ávido pero no imprudente, excitado pero no irracional; decide soltar la garganta del muchacho para permitirle respirar, y, mientras recupera el aliento y probablemente solloce, o jadee por el dolor de la mordida, decide retirar el resto de la ropa. Aberrando los pantalones del chico, y arrancándolos de una manera salvaje, los aventaría detrás de sí mismos, una vez que los haya desgarrado de las finas piernas del muchacho. Por supuesto que aquello no está completo... y, soltando momentáneamente los tobillos, para deshacerse del calzado; el cual su imbécil primo no pensó en quitar antes de atarlo, no lo hace
(...
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pálido color con tintes azulados —Ñgh... Ghhg—
Pero si debía ser sincero prefería desmayarse en ese momento a seguir soportando la crueldad de su captor, no era capaz de siquiera pensar correctamente, mucho menos de defenderse aún así lo quisiera por los amarres que lo sostenían.
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La sensación en su pecho abrumó sus sentidos, de más está decir que jamás había tenido un encuentro de esa índole con nadie, el mismo se sorprendía de mala manera lo sensible que podía ser la piel de aquel recipiente artificial, muy tarde se arrepintió de haberlo hecho tan similar a un humano real. Soltó un jadeo ligero, casi silente y de un momento a otro incluso respirar le fue prohibido.
La sensación de la mano ajena presionando su cuello, cortando el paso del aire hacia sus pulmones fue, hasta ese momento, lo más desesperante que había vivido, mientras más luchaba por respirar más doloroso se volvía, quejidos entrecortados lograban escaparsele y sumado a ello se devino el dolor que la mordida le provocó, hiriendo su piel que parecía de papel por lo fácil que era marcarla, romperla, su vista se volvió borrosa debido a las lágrimas que se acumularon en sus ojos y finalmente resbalaron a los lados de su rostro, conforme el tiempo sin respirar seguía pasando su tez se tornó de un
cuello; lo suficiente para cortar su respiración, pero sin dejar caer toda la fuerza para no deñar nada interno en aquel agarre. Mientras presenciaría la desesperación ajena por respirar, detiene sus lamidas un momento, para relamer sus propios labios, como un felino, y después, de manera repentina atrapar entre sus fauces el pezón contrario, mordiendo el mismo y provocando una herida en el lugar. Herida de la cual degustaría la poca sangre que mana.**
