-Asintió en primer instante siempre silenciosa en ése aire de misterio y morbo mezclado con ira. Los pasos de ambos resuenan por los terribles y siniestros pasillos de aquella mazmorra, pero era tal la pleitesía y el respeto por el príncipe que respondió a partir de la aceptación de aquel por su nuevo descubrimiento con la magia entrelazado con el ámbito de la muerte.- - Hai, pretenden algo más que asesinarlo y ver la caída del imperio, lo demás, ya no tiene importancia, eso quedó atrás, lo nuevo vendrá. -Mencionó con un tilde más siniestro en su mirada verdosa, sintiendo ésa llama de ira y venganza crecer dentro de ella, y qué mejor que el príncipe Kouen para apoyarla en la serie de fechorías experimentales que pretende cometer con tal de aprender más acerca del Rukh, o mejor dicho, la otra cara del Rukh.-
*A pesar de estar lastimada, disfrutaba mucho ésa vista de su persona, pues los grilletes, las torturas y su estancia en ésos sitios la habían dejado en deplorable estado arruinándo más su aspecto personal, mismo que ella considera hermoso y único. De reojo, veía su piel blanca herida por el fierro de los grilletes, la sangre fresca emergiendo de la piel alzada y lastimada, su ropa hecha un asco teñida con su propia sangre y otros más fluídos, un asco total. Tomoko esbozó una tenue y malvada sonrisa, sus ojos se esconden bajo el alborotado y largo flequillo azabache, misma que causaría cierto miedo e incomodidad en la guardia que acompaña al príncipe.
A escasos metros la luz del pasillo por fin fué más notoria, justamente al salir, la pelinegra desvió su rostro y lo cubrió con su antebrazo por los lastimosos rayos del sol que le cegaron instantáneamente. Para entonces, grandes alfombras mágicas y voladoras les esperan, pues ya debían regresar al Imperio Kou.-