KouenRen

Creí que habías muerto

*Abandonando el miedo y aquella jugada manipuladora de ésa entidad, siquiera pudo atreverse a mostrar una pizca de duda porque las serpientes que se entrelazan en el piso causaría ternura en la menor, lejos de una esperada repulsión, asco o fobia a dichos especímenes. Se mantuvo quieta, tranquila y un poco temerosa por la gutural voz de ése ser de sexo masculino.-- ¿Una vasalla? Suena divertido, supongo que es algo cómo ... ¿un asesino? ¿un amigo? ¿es eso, verdad? -Dijo sin poseer ni comprender el significado de la palabra, luego continuó.- Será lindo conocerte, y estar a tu lado, pero realmente necesito hacer primero ésta tarea, verá usted, mi querido príncipe Kouen me dijo que si deseo convertirme en una poderosa guerrera, debo pasar por muchas pruebas, entre ellas, éste bosque, le prometí que lo haría, por favor, debes entender que ésto es algo importante para mi, es lo mejor que me ha sucedido y no quiero regresar a ésa escuela, la maestra Sarah no es muy amable y dulce, podría decirte que preferiría que ella estuviese aquí para alimentar a éstas serpientes, pobrecitas, deben tener hambre. Y, diría que... -miraría de reojo a las serpientes esbozando una tenue sonrisa.- me gustan mucho éstas viboritas, parecen lindas, de muchos colores, apuesto que cada una tiene un nombre diferente.

*Para cuando terminó de hablar, la ranura de aquel abismo roza con el talón de su pequeño calzado característico de una menor. Indudablemente estaba acorralada, pero tenía una sutil esperanza en que ésa deidad podría tener un poco de compasión, porque realmente ella no desea causarle daño, menos aún a ésos alargados reptiles. Apretó con su palma la muñeca de su mano izquierda, pues es en ésta extremidad dónde mantiene el brazalete cubierto por la larga manga de su blusa. Sabía que un paso en falso y caería a ése abismal lugar que presagia una muerte segura, inclinó su rostro en muestra de respeto, así como también con una especie de sumisión por ése extraño ser que se le ha presentado. Pensó en su querido príncipe y qué clase de método que puso utilizar frente a un problema como ése. Esperó paciente y nadamas, maquilando por lo mientras un "Plan B" que consiste en saltar porque entre la negrura de la caída se percibe una ligera y húmeda brisa de mar, además del melodioso ruido parecido al de una catarata, quizá habría un ojo de agua, una pequeña laguna o es el deshielo de alguna montaña cubierta de nieve que produce un río de aguas tranquilas y heladas.-

[code] Tan gratas estas palabras que dirige a mi persona, verá que muy pronto Hakuei volverá ante el Imperio y ante usted nuevamente, para ocupar el lugar que siempre debió ser de ella.
Me alegra bastante saber que esta muy bien. Me encuentro bien gracias por preguntar. [/c][/code]

[code]Kouen-dono hace tiempo no paso a saludarlo, espero este muy bien y no me haya olvidado. [/code]

-Asintió en primer instante siempre silenciosa en ése aire de misterio y morbo mezclado con ira. Los pasos de ambos resuenan por los terribles y siniestros pasillos de aquella mazmorra, pero era tal la pleitesía y el respeto por el príncipe que respondió a partir de la aceptación de aquel por su nuevo descubrimiento con la magia entrelazado con el ámbito de la muerte.- - Hai, pretenden algo más que asesinarlo y ver la caída del imperio, lo demás, ya no tiene importancia, eso quedó atrás, lo nuevo vendrá. -Mencionó con un tilde más siniestro en su mirada verdosa, sintiendo ésa llama de ira y venganza crecer dentro de ella, y qué mejor que el príncipe Kouen para apoyarla en la serie de fechorías experimentales que pretende cometer con tal de aprender más acerca del Rukh, o mejor dicho, la otra cara del Rukh.-

*A pesar de estar lastimada, disfrutaba mucho ésa vista de su persona, pues los grilletes, las torturas y su estancia en ésos sitios la habían dejado en deplorable estado arruinándo más su aspecto personal, mismo que ella considera hermoso y único. De reojo, veía su piel blanca herida por el fierro de los grilletes, la sangre fresca emergiendo de la piel alzada y lastimada, su ropa hecha un asco teñida con su propia sangre y otros más fluídos, un asco total. Tomoko esbozó una tenue y malvada sonrisa, sus ojos se esconden bajo el alborotado y largo flequillo azabache, misma que causaría cierto miedo e incomodidad en la guardia que acompaña al príncipe.

A escasos metros la luz del pasillo por fin fué más notoria, justamente al salir, la pelinegra desvió su rostro y lo cubrió con su antebrazo por los lastimosos rayos del sol que le cegaron instantáneamente. Para entonces, grandes alfombras mágicas y voladoras les esperan, pues ya debían regresar al Imperio Kou.-

Contuvo la respiración, escuchando con atención, aguardó que la energía percibida se disipara antes de volver a hablar, una vez sintió como el ambiente volvía a la normalidad retomó el sosiego para volver a respirar sin problema alguno— No tiene porqué disculparse, lo que ha dicho no ha sido sinrazón. —Parpadeó, quedando en silencio por unos segundos. ¿Cómo explicar quién es? Lo qué es, sin causar inquietud en su interlocutor. Bajando la mirada, se dispuso a explicar lo que él ya venia sabiendo desde el momento que la conoció— La única razón por la cual hice este viaje fue para aprender. —Formó una línea dura con los labios, se sintió estúpida al haber caído en lo absurdo, había sido una descuidada— Las artes oscuras... La magia "blanca", tan solemne, tan benévola... No la tolero, principalmente, porque se cae en el error de pensar que existe"el bien" y "el mal"... Estúpida contradicción. —Maldijo entre dientes.

— Realmente... Me siento bien entre las desgracias, adoro el sufrimiento ajeno y si puedo contribuir en ello lo hago con mucho gusto. —Dejó escapar un leve suspiro. Lentamente se vio viajar una sonrisa en los labios de la fémina, la expresión en su rostro cambió por completo. Apoyando la palma izquierda sobre la mejilla mostró fascinación por lo que había dicho. El sólo recordar el infortunio por el cual pasaban aquellos que terminaban por relacionarse con ella le causaba una enorme euforia. Sin embargo, no era el caso de aquella ciudad. A pesar de suscitar el mal su único fin para permanecer ahí era el conocimiento, si aquel hombre quería considerarla como una amenaza, no lo culparía— "Vivir es esencialmente sufrir"...~

— Entiendo. —Se llevó el índice de la mano siniestra por debajo del labio inferior, apenas lo empujó con delicadeza para comenzar a mordérselo suavemente, entretanto desvió la mirada, meditó sobre la explicación, lo que vio en aquella ocasión, cuando le ayudó contra los individuos que trataron de coaccionarle, el símbolo, la energía, había sido la habilidad del Djiin que reside en la hombrera. Poco tiempo fue el que se quedó entretenida en sus pensamientos, pues el contrario desenvainó la espada que cargaba consigo para así mostrar en la practica el ejemplo. La fémina bajó la mano e inclinó la cabeza ligeramente, pudo percibir la energía que brotó desde aquel objeto. Atisbó una mancha— Ya veo... —Enunció sin retirar la vista de aquel borrón que apenas veía, parecía opaco, trató de observarlo con mayor detención mas no consiguió apreciar la figura que él mencionó, ni siquiera entrecerrando lo ojos pudo verlo bien. Por otro lado, una extraña sensación, comenzó a invadirla, era magnánima, afectuosa, pura y cálida. Conforme pasaron los segundos, la nigromante sintió como se le revolvía el estomago. La expresión segura en su rostro desapareció lentamente, convirtiéndose a una de suplicio, su ceja derecha se contrajo de forma involuntaria en diversas ocasiones. Rechinó los dientes y retrocedió unos cuantos pasos— Y-Ya veo... —Repitió aquellas palabras con nerviosismo.

— Sólo aquellos considerados magos pueden ver la forma que toman los Djinn... Que afortunados. —Lo miró tratando de mantener el sosiego— Los magos se asemejan a los hechiceros, la única diferencia que existe entre ambos es que los magos nacen con magia, los hechiceros trabajan duro para controlar la magia, y se limitan a manipular los elementos. Realmente siento que todo es tan diferente entre ambos mundos... —Dio un gran suspiro, no sólo por la incomodidad que sentía, también por la añoranza que llegó de pronto a ella por su preciada nación. Contuvo el aliento, sus parpados cubrieron el color de sus ojos por un momento y tras una breve pausa volvió a mirarle— Con sinceridad... La energía que desprende su espada me enferma. —Frunció ligeramente el entrecejo, para entonces el tic en su ceja había cesado.

Tomó unos cuantos segundos para meditar. Con los ojos cerrados inhaló, después exhaló, buscó quietud en su mente, armonía, lentamente levantó los parpados, ahora se sentía más segura, por lo que optó por continuar con la lectura. Se sumió en cada frase, cada palabra. De vez en cuando se detenía para reflexionar y anotar en la pequeña libreta lo que entendía. Fue interesante descifrar el enigma que envuelve la magia en aquel lugar, al parecer existían diversos ornamentos, en forma y función. Se pensó afortunada por haber tenido la oportunidad de observar el manejo de aquella hombrera perteneciente al comandante, pero, ¿sería el único en su poder? Por otro lado le pareció bastante gracioso el cómo obtenían este tipo de artilugios. Así que... ¿Necesitan la aprobación del ente que reside en ellos? ¡Qué cosa más curiosa! Sin poder evitarlo, la fémina emitió una suave risa, simplemente no podía sacarse la idea de la cabeza, era adorable...

Por un momento apartó la mirada del libro, levantó y estiró los brazos, tenía una duda con respecto al tema, buscaría solución con el contrario y aprovecharía para descansar un rato, tal vez, podría hacer más preguntas. Con sumo cuidado cerró el libro, se levantó lentamente del asiento y se acercó al varón, le contempló y sonrió con simpatía.

— Lamento la interrupción, estoy un poco confundida con la palabra "Rukh".