31-35, M
Analitico, serio, conoceme...
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HikaruSeiryu · F
La sensación de ser tragada por un remolino en llamas era tan sofocante. Podía sentir sus pulmones arder y cocerse al calor del fuego que aspiraba. Escombros y muertos por doquier cubrían el terreno y a lo lejos, la sombra de un varón que se aproximaba a la mujer que jadeaba en el suelo.
Extendió el brazo en un intento por tocarlo, aún si sus fuerzas fuesen minúsculas, se defendería, lo enfrentaría.
—Bonita Hikaru—Pronunció la voz, a la vez que hundía el filo de su espada en la mano que se arrastraba al frente antes de tocarle el tobillo —Tú eras mi favorita...—
Hikaru sintió tremendo dolor pero no podía gritar, sólo intentar mover el otro brazo, carbonizado hasta el codo.
—M... Mátame...—Le suplicó con dificultad. El varón se levantó y torció los labios formando una sonrisa sádica.
—Claro que lo haré, bonita. Claro que lo haré.—Y cumpliendo la petición de la muchacha, el desconocido alzó la espada para dejarla caer directamente contra su pecho.-
******
Despertó sobresaltada y respirando agitada mientras se palpaba el pecho para comprobar que no tuviera nada de gravedad en el pecho. Sentía aún el miedo, incluso el dolor del fuego que carcomía su piel antes de ser ejecutada de esa forma.
Los pájaros trinaban en su ventana, tomando el sol de la mañana y animando a Hikaru a levantarse finalmente de la cama tras suspirar aliviada que sólo había tenido un mal sueño.
Se vistió y se ató el cabello con un listón dorado que ella misma había hecho con hilos de su propio cabello y tras darse una última vista en el espejo, salió de la alcoba hacia las cocinas para comenzar con las labores diarias. Lo primero. El café matutino.
Extendió el brazo en un intento por tocarlo, aún si sus fuerzas fuesen minúsculas, se defendería, lo enfrentaría.
—Bonita Hikaru—Pronunció la voz, a la vez que hundía el filo de su espada en la mano que se arrastraba al frente antes de tocarle el tobillo —Tú eras mi favorita...—
Hikaru sintió tremendo dolor pero no podía gritar, sólo intentar mover el otro brazo, carbonizado hasta el codo.
—M... Mátame...—Le suplicó con dificultad. El varón se levantó y torció los labios formando una sonrisa sádica.
—Claro que lo haré, bonita. Claro que lo haré.—Y cumpliendo la petición de la muchacha, el desconocido alzó la espada para dejarla caer directamente contra su pecho.-
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Despertó sobresaltada y respirando agitada mientras se palpaba el pecho para comprobar que no tuviera nada de gravedad en el pecho. Sentía aún el miedo, incluso el dolor del fuego que carcomía su piel antes de ser ejecutada de esa forma.
Los pájaros trinaban en su ventana, tomando el sol de la mañana y animando a Hikaru a levantarse finalmente de la cama tras suspirar aliviada que sólo había tenido un mal sueño.
Se vistió y se ató el cabello con un listón dorado que ella misma había hecho con hilos de su propio cabello y tras darse una última vista en el espejo, salió de la alcoba hacia las cocinas para comenzar con las labores diarias. Lo primero. El café matutino.