Keirot

-La larga espera se había convertido en una tortura, llena de dudas y temores en la cabeza de la chiquilla que llevaba más de un día cuidando del cuerpo inconsciente e inerte de Keirot.

Se quedó a su lado durante todo ese tiempo, incluso dormía cerca de él y se ponía en alerta apenas hacía un sonido con su respiración.

Esa mañana se había despertado temprano. Sacó de una mochila, una botella con agua, el cepillo de dientes y un paquete de galletas dulces que desayunaría. Desde que usaba ese lugar como escondite secreto, lo había ido adecuando como una especie de casita en el árbol, con víveres, muebles hechos a base de troncos viejos, una mesa a base de una tabla de corteza de árbol sobre piedras de la torre.

Colocó su desayuno en esa mesa y destapó la botella para servirse un poco de agua en un cuenco, justo en el instante en que escuchó a Keirot despierto.

—¡Hey! —

Se aproximó a él, con la botella de agua fresca, colocando su mano sobre el hombro ajeno para ayudarlo a mantenerse sentado.

—Dudo que salga algo de ahí —

Le dijo con una pequeña sonrisa, intentando aliviar la preocupación del muchacho y la repentina tensión por su despertar

—No has comido nada en más de un día. Vamos, bebe un poco de agua. Te ayudará. También tengo galletas ¿Quieres? Son de nuez.—