Keirot

Negó rápidamente con la cabeza y manteniendo su mano dentro de la suya, con el aura de Kazana envolviéndolos a los dos, lo obligó a acostarse para ella poder acostarse a su lado.

—Para nada. Estás loco si crees que te voy a dejar en estas condiciones. —

Lo cubre con las mantas y cierra los ojos dizque para dormir, aunque era de mañana.

—Además, le avisé a mi papá y a Hanary que dormiría en casa de una amiga. Así que estamos cubiertos. Tenemos el fin de semana además, así que no hay problema.—

Fingió bostezar y se quedó inmóvil, fingiendo dormir, aunque era evidente que era imposible, pues aún el aura de Kazana estaba encendida..

-Tenía sentimientos encontrados con la petición de Keirot. Por una parte, preocupación por la condición de Kei, el peligro inminente de aquel extraño ser que lo atacó y que amenazó con buscarlos, el miedo e incertidumbre a un futuro incierto y por el otro, un sentimiento que casi le impulsa a golpearse para recriminarse a si misma ser tan egoísta: compartir un secreto con Keirot.

Apretó la mano de Keirot y sonrió poco convencida de su petición, pero había hecho un promesa. Se la cumpliría.

—No lo enfrentarás solo. —

Kazana también hizo lo propio, haciendo que su aura purpúrea envolviera tanto a Shacya como a Keirot para ayudarlo un poco a mejorar su condición.

—Kazana es parte de la guardia del Rey Zet y yo soy tu amiga, así que estaremos ustedes, pase lo que pase. Joah, ni Anyel, ni nadie lo sabrá. Es una promesa.—

—¡Pero...! —


Kazana interrumpió la protesta de la chica, con su propia respuesta.


Si el señor Zet lo ordenó, debemos obedecer. Al menos ¿Podemos decírselo a Zurick?

Shacya asintió rápidamente y tomó a Keirot de la muñeca para llamar su atención. Sus ojos estaban grandes, mostrando su temor, su impaciencia.

—Por favor. Al menos digámosle a Zurick y a Enthon. Después de todo, Zurick es su general. Debería estar enterado. —

Fue ese último comentario lo que hizo que guardara silencio. Enthon no había llegado, señal que Zurick no se había enterado. Se desanimó en ese instante ¿por qué no acudieron en su ayuda?

—No. Creo que tienes razón. Nadie más lo sabrá. Prometo que guardaré el secreto, pero si algo ocurre. Júrame que le diremos a Yzis y a los demás. Por lo pronto... creo que deberíamos decírselo solo a Joah. Ella aún no sabe nada. —

Desde que llegaron a la torre, que no le había avisado a nadie. Se sintió culpable de haberse hecho cargo de los cuidados de Keirot sin avisarle a Joah.-

—¿Tipo? —


El adjetivo le pareció tan manso en comparación con lo que estuvo a punto de hacerle a Keirot e incluso al mismo Zet. Suspiró resignada, tapando la botella de agua y dejándola en el camastro con las galletas dentro de la envoltura.

—Kei, ¿Qué fue lo que pasó? Sentí una explosión de poder y Kazana me alertó que se trataba de ti y el señor Zet. Tuvimos que ir rápidamente y si no llegamos a tiempo, no sé qué habría pasado con ustedes. —

Su mirada se clavó en la ajena, mirando turnadamente ambos ojos, cual si estuviese esperando ver que él entendía lo que estaba diciéndole.

—Kei... Estuviste a punto de morir. Gracias a la energía curativa de Kazana es que estás intacto, cansado quizás, pero estás aquí. Zet no se ha manifestado desde que llegamos. Solo me pidió que no dijéramos nada y no le hemos dicho a nadie. Pero tenemos qué. Esa cosa. Ese monstruo, dijo que nos perseguiría. —

Se notaba bastante alarmada, toda esa serenidad que había mantenido durante el tiempo que el chico estuvo inconsciente, se había esfumado y ahora era la Shacya de siempre, temerosa, desconfiada, precavida.

—Dile a Zet que llame a los demás. Tienen que saberlo, tenemos que prepararnos. —

-La larga espera se había convertido en una tortura, llena de dudas y temores en la cabeza de la chiquilla que llevaba más de un día cuidando del cuerpo inconsciente e inerte de Keirot.

Se quedó a su lado durante todo ese tiempo, incluso dormía cerca de él y se ponía en alerta apenas hacía un sonido con su respiración.

Esa mañana se había despertado temprano. Sacó de una mochila, una botella con agua, el cepillo de dientes y un paquete de galletas dulces que desayunaría. Desde que usaba ese lugar como escondite secreto, lo había ido adecuando como una especie de casita en el árbol, con víveres, muebles hechos a base de troncos viejos, una mesa a base de una tabla de corteza de árbol sobre piedras de la torre.

Colocó su desayuno en esa mesa y destapó la botella para servirse un poco de agua en un cuenco, justo en el instante en que escuchó a Keirot despierto.

—¡Hey! —

Se aproximó a él, con la botella de agua fresca, colocando su mano sobre el hombro ajeno para ayudarlo a mantenerse sentado.

—Dudo que salga algo de ahí —

Le dijo con una pequeña sonrisa, intentando aliviar la preocupación del muchacho y la repentina tensión por su despertar

—No has comido nada en más de un día. Vamos, bebe un poco de agua. Te ayudará. También tengo galletas ¿Quieres? Son de nuez.—