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La observó con genuino odio, era mejor patearle las bolas que tocarte el bolsillo, pero accedió y le de entre una pequeña bolsa con algunas monedas—. Que no te saque todo el oro, que tenemos que comprar dendro y luego provisiones —le advirtió muy severo, luego resopló—. Me voy a esconder mientras, la cagas y le cuento a Rayla —advirtió antes de escapar al escondite más básico posible.
Y ella puso su mejor cara de inocencia. —Pues te iba a pedir dinero, en realidad. Si la engañas no será para siempre, ¿Cierto? Cuando se de cuenta nos vetará de la taberna, pondrá nuestras caras afuera de su taberna como entes no deseados y nunca me dibujan bien la nariz.— Hizo un puchero. —¡Y me gusta esta taberna! Así que suelta lo que traigas.— Extendió la mano, esperando el oro.
Le metió el dedo en su ojo, hizo toda la pantomima, además de que así ella se aseguró de que no se la pase mucho tiempo en su cabeza. Ya recuperado, pero con el ojo irritado, la escuchó, casi, como si nada hubiese pasado—. Bien entonces me voy... —la última parte lo desencajó— ¿QUÉ? —puso su peor cara—. Entonces... ¿Le hago creer que le pagaste?
—A mi nadie me ve la cara de idiota.— Le susurró y con su letal dedito atacó uno de los ojos del aterrador Warlock. —Pero si, hay que aplicar la regla número dos, double tap.— Porque doble checar a los muertos o a los mentirosos nunca estaba de más. —Solo hay un pequeeeeño problema. No tengo con qué pagar la información, ehe.
Prestó su oído para tal confidencialidad, algo que le tomo por sorpresa, además de que captó por completo su interés—. Ahora me gusta más... —se alejo de ella, miro a todas las direcciones para determinar que estaban solos, le hablaría directo a su cabeza hueca—«Tengo una idea: me puedo esconder y verificar si esta mintiendo o no, así podemos evitar que te vea la cara de idiota».
—El sarcasmo para ti es una lengua muerta.— Lo sujetó por la ropa para ayudar a recobrar la postura. —Esperaba a la mesera, ¡Pero no es lo que tú crees, no estoy nerviosa!— Quizás un poco.

—NoledigasaRaylaporfavor. La cosa es que...— Le hizo una seña con el dedo para que se acercara. —La tipa dice que tiene información de un tesoro interesante y quiere venderla.
— ¿¡Pero por qué lo esperas nerviosa!? —casi se cae del empujón, se tuvo que sostener de la pared—. No me digas que vas a pagarle con tu cuerpo... ¡No lo estafes!
—NO IDIOTA. Estoy esperando al que vende el dendro.– Lo empuja por interrumpirla y de paso asustarla.
— ¿Estás esperando a la mesera de la taberna? —irrumpió, sospechosamente, su espera de colegiala.

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