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La taberna estaba como siempre, llena de viajeros y borrachos, y ellos no eran la excepción, más esa noche su propósito no solo sería perderse en el alcohol y la compañía de las mujeres, Kayley entró buscando con la mirada a la chica que pretendía presentar a su compañero, ya que Liviet se había negado a acompañarlos esa noche al bisio.

—¡Ahí está! ¡Rayla, Rayla!— Alzó la voz la semielfa intentando que se escuchara por sobre las charlas nada discretas y las canciones de los bardos.
 
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Esa cara de mamífero la conocía. ¿Qué estaba imaginando? Si su mirada fuese una flecha ya le habría atravesado un ojo. Pero no podía gritonearle ahí frente a Rayla, así que se limitó a intentar sonreír.

—¡Exacto!—Alzó la voz, mejor concentrándose en el verdadero tema importante de la noche. Sin pensarlo tomó la mano de Rayla, quedando ambas encima de la mesa. —Es por eso que creo que Rayla debería venir con nosotros, ha aprendido bien de su madre, así que es una de las mejores sanadoras que podrías encontrar en todos los reinos. ¡Y GARTIS! Podremos tomar quests más peligrosas sin temor de que se nos gangrene algo, y ganar más oro y prestigio.— Era un excelente plan en el que todos ganaban. Para que no se pusiera nerviosa, apretó ligeramente la mano que sujetaba, desviando su mirada hacia su amiga por un breve segundo.
 
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