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La taberna estaba como siempre, llena de viajeros y borrachos, y ellos no eran la excepción, más esa noche su propósito no solo sería perderse en el alcohol y la compañía de las mujeres, Kayley entró buscando con la mirada a la chica que pretendía presentar a su compañero, ya que Liviet se había negado a acompañarlos esa noche al bisio.

—¡Ahí está! ¡Rayla, Rayla!— Alzó la voz la semielfa intentando que se escuchara por sobre las charlas nada discretas y las canciones de los bardos.
 
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Dulce malicia que hizo efecto en ambas, aprovechó ese momento de caos emocional para expresar dicha maldad en sus labios; lamentablemente no pudo festejar mucho dado al pellizco y al verse obligado a sentarse frente a ambas.
¿Cómo se conocieron? Bueno, pudo decir la verdad; que él las extorsionó y luego las arrastró a un lugar muy peligroso, pero en su mente resonó esto: «Wenamichoinasama... », mas claro, musitar eso en voz alta era peligroso, así que prefirió ser escueto—. Simplemente coincidimos en la taberna, buscaba alguien habilidoso y Kayley me dio esa impresión —no mencionó a Liviet, fue cauteloso al nombrar a alguien ausente—. Tuvimos éxito en una mazmorra y como nos complementamos bien, decidimos formar equipo—habló despreocupado, movió sus manos al son de su voz—. Conseguimos algunas interesantes ahí, ¿negociamos luego? Por ser tan adorable y amiga de mi GRAN amiga Kayley, seré muy generoso, ¿qué te parece? —al final rio, era un chiste, pero eso de que era amigo de la otra.
 
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