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La taberna estaba como siempre, llena de viajeros y borrachos, y ellos no eran la excepción, más esa noche su propósito no solo sería perderse en el alcohol y la compañía de las mujeres, Kayley entró buscando con la mirada a la chica que pretendía presentar a su compañero, ya que Liviet se había negado a acompañarlos esa noche al bisio.

—¡Ahí está! ¡Rayla, Rayla!— Alzó la voz la semielfa intentando que se escuchara por sobre las charlas nada discretas y las canciones de los bardos.
 
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¿Pero qué estaba diciendo ese insensato? Una expresión de tremenda confusión en su rostro, y sin embargo no lo pudo contradecir, pues quizás no era lo más inteligente reclamar que era mentira que decía que ella era así de bonita. Solamente carraspeó e intentó desviar la conversación. —Bueno, bueno, ahora que ya se conocen, ¿qué tal si pedimos algo de beber?— Se movió pasando detrás de Gaikos, a quien dio un pellizco en el brazo antes de dirigirse a la silla que estaba junto a Rayla.

—¡Sarah! ¡Una ronda de hidromiel!— Le indicó a la mesera, que de inmediato asintió y comenzó a preparar su orden. La semielfa colocó ambas manos sobre la mesa, entrelazadas. —Y contestando a la pregunta que me hiciste antes, Gaikos, Rayla y yo solíamos vivir juntas.— Dijo sin pensar, pero de inmediato se corrigió. —¡No juntas, juntas! ¡Quiero decir, que ambas nacimos en el mismo clan!— Y se habría golpeado en la frente de no pensar que se vería tonta.
 
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