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Era la manzana más deliciosa que había mordido en días, quizás porque la resaca le exigía un poco de dulce y disfrutaba su primer bocado con alegría, hasta que fue interrumpida por la voz de esa señora que le decía que... ¿ESTABA ENVENENADA?... la semi-elfa abrió la boca para dejar que el pedazo de fruta a medio masticar cayera al suelo.

—¿Qué clase de psicópata manda encantar árboles con frutas evenenadas?!— Se quejó, y rápidamente comenzó a rebuscar /algo/ en el morral que llevaba a la cintura.
 
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