— Soy un caso perdido, sier, no se siquiera levantar un arma o pararme correctamente. Mucho menos corregirme, más fácil es cualquier otra causa imposible. No dudo de su tenacidad, pero si de su integridad.

—Qué gusto que no seas mi alumno o me habrías dado ya más de una molestia... O tal vez te habría corregido. La disciplina es una capacidad adquirida por los años, sí.

— Mis deberes son sagrados, sier, pero soy pésimo a la hora de las disciplina y el orden, lo siguiente: Incorregible. Un genuino dolor de cabeza. Dudo que usted tenga esos defectos, después de todo, es una maestra.

—Considero el deber como algo sagrado; sin embargo, es curioso que ambos seamos buenos en lo que el otro no lo es.

— Siempre se puede justificar y excusar los viajes de lujo por placer. Eso hago yo, gran talento tengo no en la espada, sino en darme lujos, ese ha de ser mi arte.

—Mi deber es proteger a mi tribu e instruir a otros en el arte de la espada, me temo que no puedo darme el lujo de viajar por placer.

—¿Y por qué no vuelve a esas costas que tanto extraña? Es hermoso el paisaje, hacía ahí me dirijo, tengo asuntos pendientes en esa zona.

—Recorrí el mundo por un tiempo, pero al final me quedé a vivir a las afueras de mi pueblo. Extraño un tanto esos paisajes hermosos de las costas.

—No diría conocedor, aprendiz quizás si, aprendiz del mundo ¿Y usted, sier?

—¿Misterios del mundo?, ¿es usted un viajero conocedor?