-La reunión había quedado zanjada con ese acuerdo. Durante la guerra encontrarían la forma de dar un golpe directo a la guarida del enemigo, confiando en que sólo enviaría a la basura a crear bajas. Los meses pasaron, los rumores de demonios atacando en casos aislados más frecuentes, y entonces las ciudades se unieron. El puerto de Nualla iba a ser el frente de la guerra, y fue preparado para ello. Tras evacuar a los civiles Nualla diseñó trincheras, murallas, una colmena más austera pero que podría conectar bajo tierra con almacenes subterráneos de suministros y atención médica. El día de la
Asintió, cerró sus ojos y se dedicó a sentir el cambio tan necesario para ganar esa guerra. Todo entró en una fuerte vibración: sus músculos, sus huesos, cada extremidad, y estas se expandieron a una velocidad inmensa. La carga mágica saturaba el ambiente gracias a todos los dragones, y el castillo se fue derrumbando conforme cada uno estiraba su cuerpo alrededor. Los demonios se convirtieron en hormigas, las casas parecían débiles estructuras que se desmoronaron bajo ellos. Al centro de todo el caos estaba un pequeño dragon gris oscuro con una línea de fuego azul a lo largo de la columna y que terminaba en su cola. El dragón miraba hacia un ser en el suelo, un hombre moreno de cabellos blancos que enfrentaba a su rival sin miedo. Todo terminó cuando Nualla lanzó un rayo azulado hacia su hermano, que se desintegró al contacto con su poder. Los rugidos de todos los dragones marcaron el final de una era, y el inicio de otra.
