- Los ojos del recepcionista casi se salen de sus cuencas cuando pagó el precio de la habitación con un gordo rubí en bruto. Así, salieron de la posada y se encaminaron por las calles siguiendo al bullicio matutino, que seguro iba al mercado. Aunque momentos antes había sonreído y conservaba un aparente buen humor, en realidad sus zancadas eran rápidas, severas, y entró a la primera armería decente que pudo encontrar. La razón por la cual estaba armándose era para prepararse para lo que vería, y para no cometer de nuevo el msimo error al dejar morir a su Princesa. -
- Sabia que los puertos olian mal, el olor a pescado estaba presente en casi todas partes, pero esa area de la ciudad era una pesadilla. Olia a orines y a comida podrida. Licor rancio se sentia desde el interior de las tabernas, que poco a poco fueron disminuyendo conforme avanzaban. Ese lado del puerto nunca se lo hubiera esperado. Estaba detras de la colina y mas alla de la cascada, asi que ese valle en ruinas no era apreciado por los turistas. Agradecia que Arslan no podia ver su rostro, estaba asqueado del sitio. Era peor que la pobreza, era la muerte. Y no habia nadie alli. -
