- Los ojos del recepcionista casi se salen de sus cuencas cuando pagó el precio de la habitación con un gordo rubí en bruto. Así, salieron de la posada y se encaminaron por las calles siguiendo al bullicio matutino, que seguro iba al mercado. Aunque momentos antes había sonreído y conservaba un aparente buen humor, en realidad sus zancadas eran rápidas, severas, y entró a la primera armería decente que pudo encontrar. La razón por la cual estaba armándose era para prepararse para lo que vería, y para no cometer de nuevo el msimo error al dejar morir a su Princesa. -
-Sabía que el otro era terco por lo que le sorprendió que no dijera nada, siguiendole con la vista en su travesía alrededor de su persona antes de encontrarse alzado en el aire, sujetándose de la barbilla del mayor para no caerse- Leo! -pero solo rueda los ojos y rie asintiendo a su peticion aunque sabia que no le podria ver hacerlo, mirando a los lados antes de tomar la brujula en mano- Te iré indicando entonces. -tiene que cubrirse el hocico cuando pasan a la otra parte de la ciudad, el olor era nauseabundo para el y no podía evitar sentirlo-
