La tarde avanza con normalidad, luego de un fatídico enfrentamiento con la fuerzas del ejercito retrograda. Los enemigos han caído y el ambiente parece no alterarse por ello; un hecho común para el samurai de largos cabellos azabaches, quien ademas de ser tan efectivo al momento de desenvainar su espada, conseguía conservar el entorno sin mayores modificaciones gracias a lo certero de su estocada. —Muy bien... está hecho. Al parecer este ha sido otro ataque de distracción. me pregunto ¿que tramaran exactamente los revisionistas de la historia?... en fin, es tiempo de ir a casa— Con gracia y absoluta elegancia su brazo derecho se eleva en un angulo propicio, mientras su mano justo sostiene la empuñadura de la reluciente espada la cual acomoda su punta sobre la abertura de la protección sostenida por su mano izquierda. Aunque parecía que aquel chico se encontraba desprevenido, el simple aroma que se mezcla distinto en ese denso paisaje de bambúes [...]
