[code]Asintió cuando su compañera se retiraba para terminar cruzándose de brazos, aún sin borrar esa apacible sonrisa que tanto lo definía. No podía perder ese ardiente espíritu porque aún quedaba el hecho de comandar a los kakushi para que atendieran a los civiles que se vieron comprometidos en la sanguinaria batalla, pero por suerte no hubo bajas en las filas humanas. Ambos pilares habían hecho su trabajo a la perfección como para celebrarlo más tarde. De momento, las heridas que portaba con orgullo eran simples cortadas y pequeños hematomas situadas en lo largo de los brazos. Nada grave que pudiera poner su salud en peligro, así que esperó manteniendo la mirada centrada en el horizonte.

Se habría perdido en las vistas, pero llegaron sus camaradas del Cuerpo. Como si el liderazgo lo llevara en sus venas, ordenó y ejecutó todo un proceso que no duró más allá de diez minutos. [/code]