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SW-User
Un suspiro se escapó de entre los labios de aquella chica, cuyos cabellos platinados se movían con el viento de media tarde, se encontraba sentada en una de las mesas exteriores de un renombrado café romano, observando sin mirar en realidad un punto incierto, se notaba la frustración en su gesto, en su ceño fruncido y en la libreta que tenía frente a ella, sobre la cual lucían algunos trazos de un intento de boceto, que después descartó con sendos rayones de su lápiz. Llevaba ya dos semanas con un bloqueo artístico demasiado marcado, ningún diseño que hacía le gustaba como para llevarlo del papel a la realidad y todas la semi ideas que tenía se quedaban inconclusas, odiaba esos lapsus en los que su creatividad le jugaba en contra, pero hacía tiempo no tenía a nadie a quien llamar "su musa".
Y es que, aunque fuese algo malo, su inspiración dependía de esas personas "hermosas", aquellas que le provocaban el deseo de ataviar sus cuerpos con preciosas telas y atuendos que ensalzaran su belleza, sin ellos, sus diseños no salían de lo convencional, prendas que sólo servían para el negocio de modas que llevaba, pero no para satisfacer sus deseos personales -Ya no puedo más con esto...- Determinó con un gesto de sufrimiento mientras se dejaba caer de cara en la mesa, con las orejas zorrunas agachadas, denotando su desanimo -No he sacado nada lindo en mucho tiempo... ¿Será que ya no sirvo para esto? Mi amada Venus me ha abandonado ya-
Decía con aires fatídicos, pues en cada crisis siempre le emanaba el dramatismo característico de todo buen artista, otro suspiro se fugó de su boca. Fue entonces que algo le llamó la atención, un bonito color claro, que resultó ser el cabello de alguien, su atención se fijó enseguida en aquella persona que paseaba por las calles de aquella ciudad italiana, denotando con claridad que no se trataba de alguien del lugar, más no era su condición de turista lo que captaba la mirada de Traviatta, sino su apariencia en si, ese lindo cabello largo, su figura delgada y su rostro, esa chica era simplemente divina y casi como por arte de magia, evocó en la modista una y mil ideas para vestuarios, accesorios y aditamentos, los ojos de la kitsune brillaron con emoción y cual rayo guardó sus cosas, dejó el dinero de su cuenta en la mesa y salió disparada, dispuesta a seguirle.
"Tengo que conocerla" Pensaba mientras se abría paso entre la gente ¡que de repente era demasiada! le estorbaba y hacía perder de vista a esa mujer a quien no se podía permitir perder de vista -¡Oye!- Exclamó mientras apretaba el paso -Disculpe, permiso... ¡Señorita! Espere por favor- Le llamó, más en un descuido tropezó con sus tacones y trastabillando terminó, para su vergüenza, chocando contra la dama a la que perseguía y para colmo, yendo directo al suelo con ella -¡Ahh!-
Y es que, aunque fuese algo malo, su inspiración dependía de esas personas "hermosas", aquellas que le provocaban el deseo de ataviar sus cuerpos con preciosas telas y atuendos que ensalzaran su belleza, sin ellos, sus diseños no salían de lo convencional, prendas que sólo servían para el negocio de modas que llevaba, pero no para satisfacer sus deseos personales -Ya no puedo más con esto...- Determinó con un gesto de sufrimiento mientras se dejaba caer de cara en la mesa, con las orejas zorrunas agachadas, denotando su desanimo -No he sacado nada lindo en mucho tiempo... ¿Será que ya no sirvo para esto? Mi amada Venus me ha abandonado ya-
Decía con aires fatídicos, pues en cada crisis siempre le emanaba el dramatismo característico de todo buen artista, otro suspiro se fugó de su boca. Fue entonces que algo le llamó la atención, un bonito color claro, que resultó ser el cabello de alguien, su atención se fijó enseguida en aquella persona que paseaba por las calles de aquella ciudad italiana, denotando con claridad que no se trataba de alguien del lugar, más no era su condición de turista lo que captaba la mirada de Traviatta, sino su apariencia en si, ese lindo cabello largo, su figura delgada y su rostro, esa chica era simplemente divina y casi como por arte de magia, evocó en la modista una y mil ideas para vestuarios, accesorios y aditamentos, los ojos de la kitsune brillaron con emoción y cual rayo guardó sus cosas, dejó el dinero de su cuenta en la mesa y salió disparada, dispuesta a seguirle.
"Tengo que conocerla" Pensaba mientras se abría paso entre la gente ¡que de repente era demasiada! le estorbaba y hacía perder de vista a esa mujer a quien no se podía permitir perder de vista -¡Oye!- Exclamó mientras apretaba el paso -Disculpe, permiso... ¡Señorita! Espere por favor- Le llamó, más en un descuido tropezó con sus tacones y trastabillando terminó, para su vergüenza, chocando contra la dama a la que perseguía y para colmo, yendo directo al suelo con ella -¡Ahh!-