*Se dice que el infierno se crea en una misma mente, y ciertamente, Tomoko vivía en su propia celda "psicológica", siempre tan solitaria y sin amigos, arraigada a vagar como una sombra lejos de toda compañía y con la tristeza emergiendo en ella. Su mirada perdida estaba fija en la fuente de aguas cristalinas que se menean por el continuo movimiento de las aguas que iban brotando, pero entonces, notó algo raro entre ellas, una presencia muy particular. Entonces alzaría su mirada y vió a ese chico de raro uniforme, sin embargo no se atrevió hablarle, pero al parecer estaba en apuros porque se denota nervioso y perdido, tal y como ella se siente en la vida, quizá todos vivimos el sufrimiento de diferente manera.*
- ¿También estás solo como yo? -Susurró Tomoko, pensando en voz alta y hablando en bajo tono para que nadie le escuche-