Por cómo la estaba mirando, Rose bajó la guardia. Hasta se ríe detallando el estado de su piel y cómo Juliana parecía querer seducirla luciendo así. En verdad, era una mujer especial.

— Y yo te creo, pero de todas formas tengo que hacer respetar mis cosas, aunque puedas comprar nuevas.

Su diestra deja una caricia suave a la frente de la pelirroja, apartando con cuidado un mechón de cabello.

— Eres linda. Podría darte lecciones de maquillaje, si quieres.