JasmineKamau

¿Negar un llamado? No era una opción en el universo de la semidiosa. Incluso por más desafortunado que fuese el augurio, siempre era mejor acudir a él que ser objetivo de un resentimiento peor. En este caso, a no presentar amenaza alguna no tuvo demasiado que pensar y a penas tuvo un pergamino en sus manos, respondió a la breve nota aún más concisa.

"Agradezco los buenos deseos y con gusto me presentaré frente a usted antes de que la última hoja de otoño descanse imperturbable sobre el suelo. —Ophelia."

Como si el destino fuese consiente de los buenos deseos de su futura anfitriona, el viaje transcurrió sin dificultades y llegó en la fecha que había prometido. Sus manos temblaban a la espera del encuentro una vez que puso un pié en aquella morada, el cual era disimulado por el fuerte agarre hacia una canasta de frutas cuyos colores eran tan hermosos que era evidente que no eran comunes y corrientes; contrastando deliciosamente con el marco blanco que su portadora ofrecía.

No había sido solo el deseo de cumplir su deber, sino la inminente curiosidad de averiguar que era lo que Jasmine tenía preparado para ambas. ¿Cómo presentarse? La pregunta la carcomió desde el momento que su mensaje fue enviado. Para alguien que podía manipular la luz y por lo tanto las percepciones de lo demás, consideraba importante la manera en la que uno se presentaba al mundo. La encrucijada nacía entre vestirse con peplo y quitón, haciendo referencia a su lado divino o un atuendo más moderno, teniendo en cuenta que nació y se crió en Nueva York. Como resultado de estas variantes, optó por un vestido largo blanco, denotando su la ambivalencia de sus raíces.

A paso tranquilo una vez que las puertas se abrieron hacia ella, ingresó sin dejar un rincón impregnado con su mirada. No sabía con qué iba a encontrarse, así que era sensato estar sutilmente alerta. Al caer sus ojos sobre la persona que coronaba el humilde trono, realizó una pequeña reverencia con su cabeza para mostrar el respeto que sentía por ella.

Cierta sorpresa nació en ella al momento del intercambio de la que sospechaba era la señorita Kamau y su intérprete, sorpresa que rápidamente se transformó en una expresión apacible a la escucha de sus palabras. Se adelantó unos pasos y dejó la cesta en el suelo, para luego retroceder a su lugar de origen y bajar la mirada unos momentos meditando lo que diría segundos después.

—Agradezco nuevamente su cálida bienvenida y además de estar en lo correcto respecto a su vestimenta, espero que este encuentro termine en un resultado fructífero para ambas. —Moduló claramente sus palabras, sin saber con exactitud cuales eran las barreras comunicativas entre ambas. Mantenerse formal fue su primer instinto, después de todo no conocía más de lo que ella había presentado minutos atrás. Al finalizar, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, resultado de intentar contener su emoción, siendo esta similar a la de una niña pequeña que pronto podría abrir un regalo.