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26-30, M
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AKs1570683 · 22-25, F


"Gracias, Mallykum".
Movió los pies a toda prisa. El revuelo que la pequeña roedora provocó fue la mejor cortina para que Alice pudiera andar libremente por los extensos jardines del castillo. Se comparaba en ese momento como una hoja recién caída del árbol que navegaba por los aires velozmente, sin ninguna clase de obstáculo que le impidiera llegar a su destino, pese a que todas las barajas de cartas, sirvientes leales a la reina, estaban buscándola incansablemente. Naturalmente, la reina sospechó de la presencia de Alice, y ordenó de inmediato el buscar bajo cada roca, mueble o lo que fuera, a esa enervante muchacha. Suponía lo peor: el encuentro de su hijo con el caballero de su hermana Mirana. Poco a poco, y debido a imaginarse la escena, el rostro de Iracebeth se encendió en un colérico tono carmesí; a ello, le siguió un grito que se escuchó por cada pasillo del castillo.

Alice frenó sus pasos. Ya sabían que estaba merodeando por allí. El corazón le latió desmesuradamente; sin ser la primera vez que se expone al peligro, ahora estaba sin el resguardo del sombrerero o el gato sonriente. Mallykum era quien cubre sus pasos pero, ¿por cuánto tiempo? Tiempo, tiempo. Ojalá ese emblemático personaje estuviera ahí para asistirla y detener los segundos por un momento, dándole la ventaja para encontrar un escondite hasta que las aguas se calmaran.

"No es momento de titubeos, Alice", se regañó en sus adentros. Dio un par de palmadas a sus mejillas; la carrera continuó.
Giró a la derecha y a la izquierda, atravesó pasillos, donde agarró las largas y finísimas cortinas de terciopelo como un escondite cuando los caballeros de la reina pasaban por su mismo camino. Esperaba unos instantes antes de asomarse y seguir corriendo.

— ¿Qué tanto ha crecido éste lugar? ¿O es que cuando vine era yo muy pequeña? — Le faltaba el aliento, por lo que se detuvo en la esquina de otro pasillo. Los jardines no dieron indicio de la presencia del hijo de la reina; tampoco el laberinto, y ahora dentro del castillo estaba buscando a una persona de quien no tenía ni la menor idea de cómo era su rostro, o cómo vestía. Su única pista era el nombre: James.

¿Acaso adoptó una tarea demasiado ardua para ella sola? Debió pedir la opinión de sus amigos antes de lanzarse al peligro, quizás ahora ellos le dirían la manera de recorrer el castillo sin dar tantas vueltas.

No obstante, jamás imaginó que la entidad a la que rastreaba se encontraba a unos metros de distancia. Alice levantó la mirada; frente a ella, una puerta y un joven amenazaban su vereda. Revisó los detalles de sus ropas; no era una carta, ni mucho menos un guardia, pero algo en su mirada le heló el aliento.



— Estoy buscando a alguien. — Se preguntó si estaba bien el contarle a ese chico el motivo de su estar. — Me ha enviado uno de los mejores sombrereros del reino. Solicita una audiencia con el hijo de la Reina de corazones... ¿Cómo se llamaba? — Tensó el ceño; justo ahora olvidó el nombre, todo por hilar la mentira. — Era... No lo recuerdo con claridad, pero es imperativo que lo encuentre. ¿Sabes dónde puede estar? — Inocente, creyó que lograría sacar una pizca de información.

Qué grave error para una aventurera.
 
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