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As1553262 · F
El paisaje se ensombrecía conforme avanzaban.
Una ráfaga salada penetraba de tajo sus narinas, resecas por la constante y pesada respiración que se acentuaba por el paulatino cambio de altura.
Prestó atención a la pregunta de James. Por un momento permaneció en silencio, reflexionando, escudriñando cana ínfimo lugar de su mente.
Ciertamente era algo que se planteaba con frecuencia, pues era una sensación que no deseaba revivir, y que evitaba constantemente.
Las memorias llegaron pausadas. Recordó con dificultad la primera vez que sintió realmente miedo.
No recordaba el tiempo exacto en que había sucedido. Un vago indicio le hacia delimitar cuando recién aprendía los deberes que su padre les heredaría a sus hermanos y a ella.
Su padre había preparado una prueba para ellos sin mencionarles una palabra al respecto, así, uno por uno fueron dirigidos a la trampa.
Había estado deambulando por los escabrosos pasillos del inframundo con un singular regocijo infantil, su padre había estado fuera durante días, así que podían estar en cualquier lugar sin que él se enterara. Había jugueteado con sus hermanos durante horas, de arriba a abajo, sin embargo, hacia un par de horas que habían desaparecido. Ajena a la situación que se suscitaba, se dedico a buscarlos, creyendo que se ocultaban de ella.
Una inexplicable atracción formulaba su camino, acompañado de un murmullo que mencionaba su nombre, desde las profundidades de las zonas prohibidas del Hades.
Ingenua y con ferviente curiosidad, atendió al llamado, el cual le llevó a la puerta del Tártaro. El resto se tornó impreciso, astillado. Sólo fragmentos visuales. Se veía a si misma abriendo inconscientemente la puerta, la sensación de terror al ver salir sombras amorfas e inmensas de ésta que desprendían un aura atroz e imponente. La opresión en el pecho, el nudo en la garganta y en el estómago, taquicardia, una tensión muscular casi indescriptible que le inhabilitaba para hacer cualquier movimiento.
Se encontraba paralizada e indefensa por un solo descuido.
Regresó abruptamente de sus recuerdos. Su semblante ensombrecido por estos se ocultó al momento en que ella llevó su diestra a su rostro. Exhaló profundamente, creía saber la respuesta. - El que algo se me salga de las manos, entre el fracaso y la impotencia...- Afirmó con seriedad, pues había sido la única vez que su curiosidad la había sentenciado a conocer uno de sus mayores miedos.
- Me parece algo increíble que no tengas ninguno...- Intentó recobrar su afable y confiada faz con la que se había presentado desde un inicio con él, pero le resultaba imposible. Formulando como respuesta una abrumada sonrisa, a la espera que sus memorias se disiparan de nuevo.
Se erguía el mar frente a ellos en un horizonte no tan distante, sombrío y manso, a su espera.
Una ráfaga salada penetraba de tajo sus narinas, resecas por la constante y pesada respiración que se acentuaba por el paulatino cambio de altura.
Prestó atención a la pregunta de James. Por un momento permaneció en silencio, reflexionando, escudriñando cana ínfimo lugar de su mente.
Ciertamente era algo que se planteaba con frecuencia, pues era una sensación que no deseaba revivir, y que evitaba constantemente.
Las memorias llegaron pausadas. Recordó con dificultad la primera vez que sintió realmente miedo.
No recordaba el tiempo exacto en que había sucedido. Un vago indicio le hacia delimitar cuando recién aprendía los deberes que su padre les heredaría a sus hermanos y a ella.
Su padre había preparado una prueba para ellos sin mencionarles una palabra al respecto, así, uno por uno fueron dirigidos a la trampa.
Había estado deambulando por los escabrosos pasillos del inframundo con un singular regocijo infantil, su padre había estado fuera durante días, así que podían estar en cualquier lugar sin que él se enterara. Había jugueteado con sus hermanos durante horas, de arriba a abajo, sin embargo, hacia un par de horas que habían desaparecido. Ajena a la situación que se suscitaba, se dedico a buscarlos, creyendo que se ocultaban de ella.
Una inexplicable atracción formulaba su camino, acompañado de un murmullo que mencionaba su nombre, desde las profundidades de las zonas prohibidas del Hades.
Ingenua y con ferviente curiosidad, atendió al llamado, el cual le llevó a la puerta del Tártaro. El resto se tornó impreciso, astillado. Sólo fragmentos visuales. Se veía a si misma abriendo inconscientemente la puerta, la sensación de terror al ver salir sombras amorfas e inmensas de ésta que desprendían un aura atroz e imponente. La opresión en el pecho, el nudo en la garganta y en el estómago, taquicardia, una tensión muscular casi indescriptible que le inhabilitaba para hacer cualquier movimiento.
Se encontraba paralizada e indefensa por un solo descuido.
Regresó abruptamente de sus recuerdos. Su semblante ensombrecido por estos se ocultó al momento en que ella llevó su diestra a su rostro. Exhaló profundamente, creía saber la respuesta. - El que algo se me salga de las manos, entre el fracaso y la impotencia...- Afirmó con seriedad, pues había sido la única vez que su curiosidad la había sentenciado a conocer uno de sus mayores miedos.
- Me parece algo increíble que no tengas ninguno...- Intentó recobrar su afable y confiada faz con la que se había presentado desde un inicio con él, pero le resultaba imposible. Formulando como respuesta una abrumada sonrisa, a la espera que sus memorias se disiparan de nuevo.
Se erguía el mar frente a ellos en un horizonte no tan distante, sombrío y manso, a su espera.