Su expresión de picardía se le apagó rápido con aquella respuesta, sus ojos se volvieron fríos y fijos en los de Jin. Se cruzó de brazos.— ¿De bajo rango? Sólo no infecto mi cuerpo con la mierda que consumes, pero fíjate, un pequeño indefenso demonio como yo ha podido y podrá con cada tontería que tu secta te dé... De todas maneras, pronto ganaré más poder. Ya lo verás... —se peinó el cabello hacia atrás, desprendiéndose de la amargura que sus palabras le habían causado— Te dejaré trabajo que hacer.
— No, puedes ir tu sola, debes conocer mejor ese lugar que yo. — Le devolvió la sonrisa. — ¿En serio? Ya me preguntaba yo por qué eras tan débil, si apenas eres un demonio de bajo rango a quién le cae mal los placeres mundanos de los hombres. — En respuesta a la pregunta formulada, Jin le contestó. — Ya lo estoy haciendo, si hasta desnuda te he visto. —
—¿Me llevas? Así me ayudas a escoger uno. —sonrió, arqueando una de sus cejas— No tomo alcohol. Las comidas y bebidas me hacen mal y me hacen vomitar. Deberías refrescar tus estudios en demonología, o como sea, quizás puedas estudiarme a mí. ¿Qué te parece eso? Así puedes justificarle a tu secta por qué te gusta tanto mi compañía.
— Créeme no vas a querer conocer a nadie de mi secta, ellos no son tan laxos como yo. Si quieres un novio Yakuza puedes ir a Kabuki-chō el barrio rojo de Tokio, allí abundan tipos como esos. — Cuando escuchó las palabras de la súcubo se extrañó. — ¿Cómo así que no bebes alcohol, no que todos los demonios son amantes de los excesos? —
— No temo que me presentes a alguien de tu secta. Hace mucho que te pedí que me presentaras a alguien, ¿acaso no te he dicho que quiero un novio Yakuza? Ya estoy harta de estar sola, me aburro. —veía sus uñas antes de alzar la mirada a él— No bebo alcohol, pero si quieres vamos. Quiero ver qué tanto aguantas antes de desmayarte.
— Te interesa conocer un Yakuza, pero temes que te presente a alguien de mi secta. — Soltó una pequeña carcajada. — Supongo que es para evitar que te hieran el ego. — Desconectó sus pensamientos de repente, algo extraño en el ambiente había perturbado su mente. — Resulta que nunca fuimos a beber algo de licor. ¿Un demonio como tú, siquiera se embriaga? — Trató de retomar el hilo de la conversación, sin levantar sospecha alguna.
