Liz tenía muchos defectos, y el mayor era que carecía de paciencia para ciertas cosas, como la tranquilidad aparentemente inamovible de Jin. No tenía ganas de entrar en otra pelea física, pues su energía estaba baja y tenía hambre, tampoco podía alimentarse de él, quién sabe si fuese veneno para su alma. Mantuvo la mirada en él por un momento más, sin decir nada, pues la irritación y el mal humor ya eran notables en su rostro. Y ofendida de que trajera a mención su pasado, se enderezó en el asiento. — Eso fue un golpe bajo, ¿eh? Y que te lo diga yo es bastante.— Se levantó del asiento para irse, alzando la mano para mostrarle el dorso— Adiós, bastardo.
Volteó su rostro al frente, esta vez su sonrisa se tornó algo burlona a la par que se cerraban sus parpados, él mantuvo aún esa indeleble postura y su tranquilo semblante. — Es normal que sexualices cualquier referencia alusiva a tus atributos, después de todo forma parte de tu lasciva naturaleza. — Terminó por encender una pipa de tabaco con hierbas aromáticas restándole importancia, Jin sabía que ahora mismo se enfrentaban en un juego mental por ver quién era el que más incomodaba. — Entiendo que pienses que todos somos así, después de lo que te hizo tu ex novio con sus amigos, es normal que aún estés traumatizada. — Al abrir sus ojos, estos cambiaron a un tono ámbar muy característico cuando él entraba en modo de combate.
Bajó los pies y se cruzó de piernas.— Bien, modales. —repitió, sin mostrarse fastidiada, eso hasta que puso la sonrisa gentil que le irritaba.— Ugh, quita esa cara, qué pesado. —Frunció el ceño, desviando la mirada al frente, mientras empezaba a peinarse el cabello con los dedos, aún sintiéndose un tanto débil; claro, procuraría que no se notara. — Ni se te ocurra. —le miró con severidad. —Mantén esas cosas alejadas de mí. Si quieres una excusa para tocarme el pecho, inventate otra cosa. —Inclinó el rostro, arqueando una de sus cejas, intentando devolverle el favor de hacerla sentir incómoda con su sonrisa tonta— No sabía que los religiosos eran tan pervertidos, pero uno aprende algo nuevo todos los días.
La observó de reojo a la vez que señaló los pies de la demonio para que los bajara de la mesa. — Los modales primero. — Después se giró en dirección a su acompañante, esbozando la gentil y amable sonrisa que tanto le generaba desconfianza a ella. — Por supuesto tengo uno, sentirás el abrazo cálido de la luz de buda en tu interior quemarte desde adentro hasta lograr la iluminación. — Si algo aprendió de su anterior combate, es que Lizbeth odiaba todo lo relacionado al bien. — Ven te aplico un poco en el pecho. —
—Dormí bastante bien, aunque por alguna razón.. —se llevó la mano al pecho, donde había sufrido una herida que casi la aniquila.— Aún me duele el pecho. Un poco injusto de tu parte si lo piensas bien. —Liz se arrastró un poco en el asiento para apoyar la cabeza en el espaldar del mueble y subir los pies a la mesa de centro— ¿No tienes un ungüento de Buda para eso? —preguntó, un tono algo burlón.
— Hasta que por fin despertaste. — Revisó cómo las heridas que ella presentaba por el anterior encuentro ya habían sanado a una velocidad impresionante. — Eso es trampa. — Levantó su propia diestra aún vendada a causa de la fractura que la súcubo le había provocado.
