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Estaba lista, en cuanto se giro el vestido rosa se elevo con el movimiento, la falda era pomposa y el cabello negro perfectamente cepillado y decorado con flores, pero antes de salir un golpe en la nuca hizo que diera un paso adelante desequilibrándose.


❀ ¿𝓐𝓱? !¿𝓟𝓮𝓻𝓸 𝓺𝓾𝓮…?! 𝓜𝓾𝔂 𝓰𝓻𝓪𝓬𝓲𝓸𝓼𝓪 ¡𝓢𝓪𝓵 𝓭𝓮 𝓪𝓱𝓲! ❀ exclamo al impacto acusándola ¿Quien mas podía molestarla de esa manera? ¡Vaya que era pesada!

Algo no era perfecto en su vida de ensueño y ello tenia cabello rizado y gafas.
Las grandes pestañas abanicaron permitiendo que los ojos de la hermosa Isabela se abrieran, todo en ella era perfecto: flores que revoloteaban alrededor de la cara, las hebras de su cabello negro ondulando a su lado derecho jugueteaban con el aire y un olor a rosas que impregnaba su habitación.

La causante del despertar era Mirabel, la molesta hermana que abría de golpe la puerta y presentaba a la “Señorita Perfecta” con una movida canción que explicaba a los infantes del pueblo los dones de cada familiar de los Madrigal. Molesta la manera pero tenia espectadores que le obligaban a sonreír y ser quien debía ser.

En unas horas su primo Antonio recibiría el don y su trabajo consistía en adornar con flores la Casita y estar a disposición de su querida abuela, la familia y el pueblo que la adoraban, para ello preparaba su entrada triunfal mientras ayudada por lianas, pétalos era vestida y arreglada.
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Ahora ella ya había crecido, era consciente de que quizás no lo recordaría o que jamás podría verlo, pero aun así no perdió la oportunidad de intentar llamar su atención. Las puertas del cuarto de Isabela estaban cerradas y probablemente rompería algunas reglas pero no le importó, hizo nevar en el cuarto de la joven mientras que una bola de nieve aterrizaba justo en sus largos cabellos.
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Aun recordaba el día en el que Isabela había recibido su don, todos habían pensado que la nieve había sido obra de Pepa, sin embargo no había sido así. Jack se había encargado de decorar a la joven de las flores con gentiles copos de nieve que la hacían lucir más brillante de lo que ella ya lo era. Probablemente Isabela pensaba que no era más que un amigo imaginario con quien jugaba de niña, pero nada estaba más alejado de la realidad, aunque ella no pudiese verlo aprovechaba cualquier momento para comunicarse con Isabela por medio de la nieve y los jugos, probablemente la habrían regañado en más de una ocasión por su culpa, pero la recordaba sonriendo con autenticidad cada vez que las puertas de su cuarto se cerraban y solo jugaban ellos dos solos.

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