*Retornó la luz completa a sus rasgos cuando le escuchó, y cuando desvió sus ojos por un instante para mirarlo, a él y sus cabellos, simplemente repitiendo tras el último verso de Svartur. Demasiados años habían pasado desde la última vez que fue testigo de aquel sentimiento de calidez. No era amistad aún, era puro compañerismo.* Un sueño... o una ilusión. *Y luego agregó unas notas más a esa sinfonía, en allegro.* Para mí es el más brillante amanecer.

Tienes razón. Y casi con una inminente calidad bajo su <<hood>> para dejar ver sus azabaches cabellos, apenas si más largos que los de Lirio Blanco pero que proveían un contraste cuando no menos curioso. Caminaba hacía su lado, apenas si observaba algo más que el entorno conocido ante sus ojos y sus pasos. Hace tiempo, tan solo unos pocos pudimos poner en peligro la estabilidad de un Imperio entero, fue quizás un pasado sueño o una ilusión, pero por un momento pudimos sentirnos gigantes, gigantes realmente. Afirmó, aumentando un poco el paso, se le notaba aquella breve llama de inspiración en sus propias palabras, otorgadas por la gracia de la mujer. Quizás es un amanecer nuevo para nosotros.

*Se alzó de hombros, y luego negó con la cabeza mientras reía jovial y finalmente, poniendo el dedo índice sobre el propio mentón al tiempo en el que alzaba la vista hacia el horizonte, comentó sin revelar demasiado.* Yo podría ser la más débil de todo este páramo, y vuestra merced el varón más insignificante, pero es el compañerismo lo que me hace sentir segura. Las estrategias son más fuertes que los músculos o las magias de alto nivel.

Confías demasiado en los demás, Rakshasa. Yo soy más débil de lo que parezco, en cierta forma tu no necesitas de nadie más que de ti. Aunque ciertamente no conozco tus habilidades, los elfos siempre han sido... distintos a nosotros. No se escuchaba envidioso ni critico, mucho menos desconoce el camino que han de hacer sus pies. ¿Por eso es que te sientes segura? De ti misma, quiero decir.

Me declaro ignorante acerca del futuro, pero quizá pueda adaptarme. Mientras nos mantengamos como un equipo con vuestros aliados y vuestra merced, me sentiré segura maese Svartur. *Su sonrisa se amplió, dándole un aire pueril y honesto mientras tensaba suavemente sus agudas orejas hacia atrás cuando le dedicó una mirada fugaz. Y así de efímera fue, puesto que no quería perder detalle del camino delante de ambos.*

Claro que sí. El Continente es el peor lugar donde puedas querer ir, Rakshasa. Le mencionó con su usual, pero jamás malintencionado humor sino meramente la acidez que utilizaba para saciar y dar un poco de humor al mundo donde vivían. En el Norte los pastos se hielan, y en el Este se incendian como ceniza ¿Crees estar lista?

Entonces tejeré algunas cosas de utilidad. Vendrán bien como abrigo, son ligeras y resistentes ¿Está bien? *Los bosques de transición habían quedado finalmente atrás, conjuntamente con su bruma y el canto de las sílfides que lloraban en despedida.*

No estamos tan desesperados para vender algo tuyo. Aseguró con cierto orgullo, uso sus manos para sostener las sogas de su mochila, así también como su colgante mandolina. Empezaría a caminar junto a ella, dedicando más su mirada hacía el horizonte. Vamos, antes de que muera el sol.

¡Así es! Y si no vendemos el resto, podremos hacer mantas o capas con cabello tejido. Traje un pequeño telar y agujas en mis morrales. *Sonrió alegre, hablendo dejado atrás a la senda de los lirios junto a Svartur, rumbo a su siguiente destino.*

El cabello corto es mucho más versátil y útil. Además que no queremos que se ensucie con mierda del suelo ¿O sí? -He ahí su concisa y directa respuesta-