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Iriel · 70-79, F
Hay nuevas flores que se abrirán ante otros cielos y otra luna. Por ahora serán un tierno botón. En cuanto reciba esa historia o cuando volvamos a vernos, si es que la premura de las circunstancias no nos apuran, responderé a vuestras dudas respecto a mí, al bien y al mal. Por lo pronto, se sitúa al norte vuestro destino.
*Y ante la risa y el agradecimiento respondió con un agradable gesto, uno quizás hasta algo travieso, pues quizá había logrado un pequeño cometido desde que había mirado a esa alma por vez primera. Se reverenció ampliamente, situando la mano derecha en su propia frente, de manera que al incorporarse dibujase el boceto con las puntas de sus dedos de un arco hacia Aziz, mientras que con la izquierda alzaba y protegía los velos de su vestido de ser mancillados con el tinte de la tierra.* Namárië, maese Aziz. Que la luna guíe vuestros pasos... y las estrellas vuestra conciencia.
*Y ante la risa y el agradecimiento respondió con un agradable gesto, uno quizás hasta algo travieso, pues quizá había logrado un pequeño cometido desde que había mirado a esa alma por vez primera. Se reverenció ampliamente, situando la mano derecha en su propia frente, de manera que al incorporarse dibujase el boceto con las puntas de sus dedos de un arco hacia Aziz, mientras que con la izquierda alzaba y protegía los velos de su vestido de ser mancillados con el tinte de la tierra.* Namárië, maese Aziz. Que la luna guíe vuestros pasos... y las estrellas vuestra conciencia.
Iriel · 70-79, F
*Cierto halo de compasión surgió en los ojos de Iriël, un hilo de luz dorada que traspasaba con franqueza los mil y un reflejos de su propia alma cuando aquel hablaba sobre la bondad y la maldad, a saber por qué motivos. Cerró los ojos un instante como si recibiera esos versos con la forma de recuerdos antiguos, con la nostalgia, quizá una que venía del mismo Aziz y evocaba con reciprocidad, acompañada por un suspiro amplio y renovador que trajo de vuelta la puerilidad a su mirada y el primor a su sonrisa.
Asintió a aquel cuando la brisa de la despedida les acompañó, una que vaticinaba el fin de ese encuentro. La abundante cabellera, ahora lisa y sedosa de la elfa se elevó ingrávida hacia su costado, como una cascada de bordes mimetizados por la bruma que la rodeaba. El espejismo era uno con ella, y jamás la había abandonado. Así, tras escucharle recitó:*
Asintió a aquel cuando la brisa de la despedida les acompañó, una que vaticinaba el fin de ese encuentro. La abundante cabellera, ahora lisa y sedosa de la elfa se elevó ingrávida hacia su costado, como una cascada de bordes mimetizados por la bruma que la rodeaba. El espejismo era uno con ella, y jamás la había abandonado. Así, tras escucharle recitó:*
AzizVoltaire · M
(...) un instante para responder.
- No puedo recordar ninguna historia que valga la pena en este momento. Pero te prometo que; cuando esa historia me encuentre, entonces saldaré mi deuda. - con la paciencia de un sabio, el vampiro finalmente emprende su camino. Sólo las sombras le siguen y mientras la niebla se vuelve cada vez más densa y las sombras cubren su mirada, lo último que recuerda es a la luna que tanto admiró desde el cielo, de pie ante él hace tan sólo un instante.
Esa sensación de nostalgia que tanto le había invadido, ese memorial eterno que esperaba cuando le contemplaba noche tras noche y la culpa que ordenaba como pesadas lápidas postradas en una habitación demasiado pequeña para contenerlas.
- La espina de una rosa plantada por un lirio... - se sonríe en su pensamiento. - Jamás pensé que pudiese florecer algo así. - y su risa ante tal tontería es el eco de la incertidumbre del futuro que le espera.
Eso y un "gracias" que resguarda el viento.
- No puedo recordar ninguna historia que valga la pena en este momento. Pero te prometo que; cuando esa historia me encuentre, entonces saldaré mi deuda. - con la paciencia de un sabio, el vampiro finalmente emprende su camino. Sólo las sombras le siguen y mientras la niebla se vuelve cada vez más densa y las sombras cubren su mirada, lo último que recuerda es a la luna que tanto admiró desde el cielo, de pie ante él hace tan sólo un instante.
Esa sensación de nostalgia que tanto le había invadido, ese memorial eterno que esperaba cuando le contemplaba noche tras noche y la culpa que ordenaba como pesadas lápidas postradas en una habitación demasiado pequeña para contenerlas.
- La espina de una rosa plantada por un lirio... - se sonríe en su pensamiento. - Jamás pensé que pudiese florecer algo así. - y su risa ante tal tontería es el eco de la incertidumbre del futuro que le espera.
Eso y un "gracias" que resguarda el viento.
AzizVoltaire · M
Una vez que Lamya recuperó la compostura junto a su dueño, una vez que el Dragón de un ojo se viste nuevamente de orgullo y que la noche le reconoce como portador de la inmortalidad, es cuando el ojo único se nubla por la pálida cortina de piel que evita revelar lo que sucede en su mente.
- Es un hecho que existe el bien y el mal... y es un hecho que la naturaleza nos empuja a tomar decisiones. - al abrir su gris, este contempla a la luna misma en la Dama.
- Pero sólo las bestias sin razón están faltas de la culpa que tiene el dejarse llevar por ello... - asume, dejando en clara su postura. - Si sabes que haces el mal y sigues haciéndolo, entonces no importa si lo haces en nombre de Dios o del Diablo. Eres igual de culpable. - y es cuando sus pisadas empiezan a seguir el canto lejano de un eco dulce. Quizás la voz del Lirio Blanco le guía hacia su tierra, quizás es su propio instinto que sigue su camino. Pero una vez que pasa junto a la Dama Blanca, él se detiene por tan sólo (...)
- Es un hecho que existe el bien y el mal... y es un hecho que la naturaleza nos empuja a tomar decisiones. - al abrir su gris, este contempla a la luna misma en la Dama.
- Pero sólo las bestias sin razón están faltas de la culpa que tiene el dejarse llevar por ello... - asume, dejando en clara su postura. - Si sabes que haces el mal y sigues haciéndolo, entonces no importa si lo haces en nombre de Dios o del Diablo. Eres igual de culpable. - y es cuando sus pisadas empiezan a seguir el canto lejano de un eco dulce. Quizás la voz del Lirio Blanco le guía hacia su tierra, quizás es su propio instinto que sigue su camino. Pero una vez que pasa junto a la Dama Blanca, él se detiene por tan sólo (...)
Iriel · 70-79, F
Si algo deseáis darme, será una historia sobre vuestro mundo, maese Aziz. Hoy, mañana, en mil años, cuando así vuestro corazón lo dicte y de la forma en que mejor estiméis. En odas, en cantos, en runas o en relatos. Mi corazón encontrará la felicidad lejos de estas fronteras, en vuestras palabras, en escritos, en poemas o en la música. Así será si estáis dispuesto. *Musitó por fin con ecos encantados, abriendo, sentenciando caminos ante las palabras del vástago.*
Iriel · 70-79, F
Lo que quiero decir es que a ángeles como a demonios, a luces y a sombras he asistido, y durante mucho tiempo. No sabría si considerarme bondadosa o malvada, pero si algo sé es que soy fiel a la naturaleza de flora, fauna, y sobretodo a la que reside en el espíritu de muchas entidades, casi todas me atrevería a decir.
Por eso pregunto... ¿Vuestra merced cree que hago el bien? *Relató, estando de pie como una espiga estilizada, observándole a los ojos con el remanso de su previa sonrisa. Era nuevamente esa saeta de luz gloriosa y potente que aunque no iluminaba sus alrededores, simbólicamente su sola presencia sí era un astro inmenso, uno que se vanagloriaba tras el dorado de sus ojos. Iriël era esa alma... que reina en sus bosques, que hace y deshace, que está en todos lados y en ninguno a la vez.*
Por eso pregunto... ¿Vuestra merced cree que hago el bien? *Relató, estando de pie como una espiga estilizada, observándole a los ojos con el remanso de su previa sonrisa. Era nuevamente esa saeta de luz gloriosa y potente que aunque no iluminaba sus alrededores, simbólicamente su sola presencia sí era un astro inmenso, uno que se vanagloriaba tras el dorado de sus ojos. Iriël era esa alma... que reina en sus bosques, que hace y deshace, que está en todos lados y en ninguno a la vez.*
Iriel · 70-79, F
*Y cuando el caballero se incorporó, ella se apartó tres pasos lentamente, volviendo a situar ambas manos por sobre el propio regazo, sonriéndole gentil. Le contemplaba atenta, parecía tener todos sus sentidos puestos en esos ojos y palabras, como si realmente aquel momento de franqueza por parte del vampiro fuese un tesoro para la dama blanca. Asentía lento ante él mientras sus labios permanecían sellados por la prudencia y solamente eran adornados por esa sonrisa que todo lo recibía y que hasta que no se hizo una larga pausa, nada entregaba.
Al fin, cuando la quietud, cuando ese vestigio de lo que en otro momento podría ser una sonrisa se mostró en las facciones de Aziz, Lirio Blanco comentó.*
¿Qué es el bien? ¿Quién dice que otros no me odiarán o no me considerarán malvada por ayudar a un vampiro? ... *Dio un pequeño titubeo al suspirar de manera pausada, volviendo a trazar su sonrisa luego de esa diminuta contrariedad.*
Al fin, cuando la quietud, cuando ese vestigio de lo que en otro momento podría ser una sonrisa se mostró en las facciones de Aziz, Lirio Blanco comentó.*
¿Qué es el bien? ¿Quién dice que otros no me odiarán o no me considerarán malvada por ayudar a un vampiro? ... *Dio un pequeño titubeo al suspirar de manera pausada, volviendo a trazar su sonrisa luego de esa diminuta contrariedad.*
AzizVoltaire · M
(...) sus hombros no sienten la carga de todo ese pesar.
- No podría hacerlo... - alza la vista hasta ella, un semblante tranquilo. Para una ajeno, la escena se confundiría con las antiguas formas en las que un caballero era coronado por una reina.
Sólo que hoy en noche, la corona fue un empujón hacia adelante y un corte hacia atrás,
- Nunca encontré el sentido en aquellos que buscan hacer el bien de forma desinteresada. - al ponerse de pie con la calma de un sastre, su expresión ha abandonado la mella de pesar que le acompañaba siempre.
Al menos por ahora.
- Hasta esta noche. - le mira con intensidad, pensativo y riguroso. - Debe haber algo que pueda hacer para pagar tal esfuerzo. - habla con soltura y confianza. Algo que incluso en su mirar se encuentra extrañado y casi... casi sonriente.
Casi.
- No podría hacerlo... - alza la vista hasta ella, un semblante tranquilo. Para una ajeno, la escena se confundiría con las antiguas formas en las que un caballero era coronado por una reina.
Sólo que hoy en noche, la corona fue un empujón hacia adelante y un corte hacia atrás,
- Nunca encontré el sentido en aquellos que buscan hacer el bien de forma desinteresada. - al ponerse de pie con la calma de un sastre, su expresión ha abandonado la mella de pesar que le acompañaba siempre.
Al menos por ahora.
- Hasta esta noche. - le mira con intensidad, pensativo y riguroso. - Debe haber algo que pueda hacer para pagar tal esfuerzo. - habla con soltura y confianza. Algo que incluso en su mirar se encuentra extrañado y casi... casi sonriente.
Casi.
AzizVoltaire · M
Temblorosa su mano, todavía sosteniendo el doloroso pasado que se aferraba a su rostro. No, no sería el final de la herida. Pero así como ahora, cicatriz quedaría. Incluso puede percibir como le ha abandonado una piedra enterrada en el corazón, pues su pecho se siente más ligero y su habla más fluida.
No hay defensas altas en ese momento. Parece un instante de paz en el que se dedica a volcarse en el paisaje y ser uno con todo el bosque, cerrando su ojo único para apreciar desde el diminuto remolino de viento creado por las alas de una luciérnaga, hasta el estruendo del agua que choca contra las rocas al pasar. Voltaire permanece así largo rato, oprimiendo la carne entre sus garras hasta que la misma se vuelve cenizas y termina arrastrada por la primera brisa que se atreve a soplar.
No rechaza la elfa y casi actúa como si no estuviese ahí, pero la verdad es que es plenamente consciente. Y aunque no ha olvidado ni sigue cargando con su pasado, hoy su espalda es más liviana y (...)
No hay defensas altas en ese momento. Parece un instante de paz en el que se dedica a volcarse en el paisaje y ser uno con todo el bosque, cerrando su ojo único para apreciar desde el diminuto remolino de viento creado por las alas de una luciérnaga, hasta el estruendo del agua que choca contra las rocas al pasar. Voltaire permanece así largo rato, oprimiendo la carne entre sus garras hasta que la misma se vuelve cenizas y termina arrastrada por la primera brisa que se atreve a soplar.
No rechaza la elfa y casi actúa como si no estuviese ahí, pero la verdad es que es plenamente consciente. Y aunque no ha olvidado ni sigue cargando con su pasado, hoy su espalda es más liviana y (...)
Iriel · 70-79, F
*Mas finalmente buscó rodearle con ambos brazos en un ahínco que no tenía como fin el invadirle, por la suavidad demostrada. Bastaría un gesto pequeño de rechazo por parte del vástago para que ella se apartara, mas de momento, allí estaría para él. Aunque arrancase mil veces la herida, Voltaire nunca más vería sangrar su ojo maldito.*
Gracias a vuestra merced por no olvidar quien fuisteis antes de pasar por tanta traición y dolor.
Gracias a vuestra merced por no olvidar quien fuisteis antes de pasar por tanta traición y dolor.
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