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*Eran mantos de bruma, de negro cielo tildado de una multitud de estrellas y de flores de plenilunio imitando al universo sobre ellas. Isilmë, la reina de la noche se encargaba de dar tenue luz, de filtrarla por entre las copas de los árboles menos tupidos, y de iluminar la espigada silueta femenina, de pie, de ojos de oro postrados ante el vacío, de colores níveos, de mejillas y labios rosados floreciendo primaverales, rozagantes.*
 
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Iriel · 70-79, F
Hay nuevas flores que se abrirán ante otros cielos y otra luna. Por ahora serán un tierno botón. En cuanto reciba esa historia o cuando volvamos a vernos, si es que la premura de las circunstancias no nos apuran, responderé a vuestras dudas respecto a mí, al bien y al mal. Por lo pronto, se sitúa al norte vuestro destino.

*Y ante la risa y el agradecimiento respondió con un agradable gesto, uno quizás hasta algo travieso, pues quizá había logrado un pequeño cometido desde que había mirado a esa alma por vez primera. Se reverenció ampliamente, situando la mano derecha en su propia frente, de manera que al incorporarse dibujase el boceto con las puntas de sus dedos de un arco hacia Aziz, mientras que con la izquierda alzaba y protegía los velos de su vestido de ser mancillados con el tinte de la tierra.* Namárië, maese Aziz. Que la luna guíe vuestros pasos... y las estrellas vuestra conciencia.
 
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