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Iriel · 70-79, F
*Y allí, tras asentir a las palabras del oscuro señor con sereno gesto, mirando hacia sus ojos con cordialidad, y por sobretodo brotando de sus facciones un sentimiento de reconciliación. Su último encuentro en una de las altas torres en el ala médica de la fortaleza de LOS, había sido casi un símbolo de una guerra que comenzaba, mas en este presente, la atmósfera que rodeó a ambos había sido completamente distinta. La luz cálida del sol filtrándose por entre el verdor en ese atardecer jugaba con las formas de ese llano sendero en una danza sin igual, tal y como Umbra e Iriël trataron esa jornada tersa y natural.

Cuando aquel volteó y suficiente se apartó, el fulgor en la mirada de la elfa cambió, y sin dejar que la bruma hiciera eco de su voz para sí musitó.*

Si hubiese a mi disposición solamente un deseo para con vos, ese sería que os viérais liberado de vuestro yugo y perdición... Mas en mis manos no está tal misión.
(...) vuelta y entonó un lento caminar que lo alejó de la escena comenzando su viaje de regreso.

(2)
Y como lo prometió la mujer no sintió dolor, solo un ligero hormigueo acogedor que vivió en él lo que duraron las palabras que le conjuraban mientras que con la mirada seguía el dibujo y cuando terminó, movió los dedos un par de veces y esbozó una sonrisa de satisfacción.

- Gracias Mi Señora por vuestros buenos deseos… – Dijo respondiendo aquella venia con una propia. - …y por mi reina Isilmë, nombre por el cual si me permite le seguiré diciendo a mi Diosa Lunar ya que me gustó como las sílabas se derraman como miel de entre mis labios, os digo que en deuda quedo y a vuestra disposición ofrezco mi espada, mis versos y mi pluma, y de no cumplirlo, que las Erinias desgarren mi cuerpo. - Tras terminar aquel juramento gallardo primera vez recitado después de muchos siglos, se reincorporó para dar un par de pasos hacia atrás y dedicarle una última mirada a Iriël, quería atesorarla en el recuerdo, luego se dio (...)(1)
Iriel · 70-79, F
*Complacida, pero no menos aguzados sus sentidos sobre el dorso de la mano del caballero, contempló como la antigua escritura se sumergía en la piel del caído hasta desaparecer. Mientras retiraba su propia mano, bruma y voz musical parecían volver a la normalidad, de cuenta nueva sus ojos volvieron a los de Umbra con delicado júbilo.

Desde su posición, le saludó con una venia sutil en donde solamente su cabeza se inclinó un tanto, y el remanso de la tinta del destino aún embadurnada en su índice fue situada en su propia frente para adornar con parsimonia el comienzo de su despedida.*

Un día, nunca más, quizá un poco menos, y la runa de vuestra piel brillará cual clamor sobrenatural. Debéis alzar la mano con la palma de cara hacia las estrellas. No antes, quizá un poco después una botella conteniendo el talismán, se hará realidad.

Que vuestra reina Luna, que en mi lengua llamamos Isilmë, guíe vuestro paso delineando vuestra acogedora Umbra.
Iriel · 70-79, F
*Reunió las aguas colindantes la tinta de esa nueva realidad... una porción de su propia bruma y otra del rocío que alguna vez fue parte de uno de los riachuelos, manantiales o lagos de ese lar.

¡Libertad! Trazó suave la runa Cadaith, símbolo de la música de las estrellas, asumiendo el color platinado de su propia aura y la delicadeza que volvería efímero su conjuro. Era similar a dos letras "C" juntas contenidas desde la diestra por dos letras "T" unidas. El boceto se iluminó sobre el dorso del caído con una neutralidad absoluta, evitándole el daño, evitándole la verdadera luz.*

Ettúnë pella, Cadaith tellumar... et airetári-lírinen, teena ambar-metta, idril tulithon. ~

(Desde más allá del Oeste, en bóvedas azules de Cadaith... desde la voz de su canción sagrada y real, hasta el fin del mundo, la luz vendrá.)
(...) estos actos directos de bondad y menos que los compartiesen con él.

- “Hágase en mí, según tu palabra”. – Profano fue al decir aquello, pero no fue más que su naturaleza trayéndole de vuelta para que dejara de fantasear.

No retrajo la diestra que sostenía antes el objeto y girándola se la ofreció exponiendo la piel blanca de su dorso donde quizá la elfa pudo apreciar una antigua cicatriz muy poco visible pero notoria al tacto semejante a un estigma que atravesaba de lado a lado su extremidad. Era extraño lo que allí ocurría, las energías opuestas complementándose y un infernal tranquilo ante la luz.

(2)
Ese mirar le cautivaba; ese mirar le hacía recordar canciones antiguas que tanto le gustaban; ese mirar tan indómito, especial y profundo, como el reino que los rodea, se extiende hasta el infinito creando un rizoma complejo con miles de flores distintas; ese mirar que, de forma extraña se asemejaba en demasía al del varón, al ser una lectura compleja que pocos pueden entender pero que guarda los más estremecedores de los secretos.

En definitiva, fue hermoso lo que allí aconteció, como una poesía vertiginosa que envolvió a los presentes, se elevó hacia los cielos en tonos azules y terminó por dispersarse junto a la esfera que desapareció de la palma del demonio, el cual, en sus luceros se presentó el velo de la incomodidad, ya que, si bien contaba con una benignidad atípica que se sale de los cánones escritos por los primeros héroes en la antigüedad, no estaba acostumbrado a (...)(1)
Iriel · 70-79, F
*Era habitual que iniciara sus hechizos con un verso. Parte de su aura se reunió en la punta de su dedo utilizando el previo posible vaticinio como parte de su recitación, mas esperó antes por la venia de la Sombra Eterna para hacer palpable su ilusión.*
Iriel · 70-79, F
Una sensación de alivio sin rencores surcó con la forma de un vendaval en torno a ambos, los espíritus envolviéndolos por un instante y luego, viajando lejos, quizá hacia los confines de los mundos, quizá quedándose allí a vivir como espíritus en esos parajes, y otros rumbo al más profundo oeste, donde el descanso eterno aguarda. Solamente entonces Lirio Blanco sonrió.*

No son suficientes las palabras para agradeceros tal detalle, maese Umbra, mas lo único que puedo hacer es ir en búsqueda del catalizador y la botella. En un día tendréis ambos en vuestra mano si dejáis que escriba la runa en uno de sus dorsos, que la haga llegar hasta vuestra merced. No tendréis daño alguno, pues agua de estos bosques se impregnará en vuestra piel.
Iriel · 70-79, F
Para mí... *Repitió con un ánimo poblado de esperanza, aproximándose al caballero oscuro hasta que la prudencia no pudo contenerse más en la elfa. Apenas cuatro palmos los separaron cuando el dorso y los dedos de la diestra mano de Iriël se izaron de manera ceremoniosa. Las energías de ambos vibraban a un mismo son por primera vez, el gesto la "Luinda" era honesto, sus ojos se posaron sobre los del caído y aunque no sonreía, su mirada sí lo hacía con reluciente gratitud.

Al momento del tacto entre la esfera y la yema de su dedo índice, la libertad actuó por su cuenta. La naturaleza de esas almas, su deseo más preciado era desatar sus cadenas, motivo por el cual éstas salieron de su largo yugo, sintiéndose como el contenedor exhalaba el suspiro que había contenido por largo tiempo.

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