La pereza podría definirse perfectamente con Siege, no conocía límites y aún así no comprendía cómo en batalla era básicamente imparable. ¡Ni siquiera entrenaba con frecuencia!. Quizás era algo místico, algo propio de ser la única en su especie. —De acuerdo, vayam...ugh! ¡Estás pesada!— Se quejó al sentir su peso sobre sus piernas, aunque tuviera resistencia no estaba preparada para eso.
–Que cruel eres...– Se giró para quedar acostada boca abajo sobre sus piernas, y se estiró cual felino perezoso. –Entonces... Al menos acompáñame, prepararme una de esas deliciosas bebidas que sabes hacer.– Dijo mientras dejaba caer todo su peso sobre ella.
Era común que usará sus artimañas para tratar de convencerla y el problema era que casi lo lograba esa vez. Indra sonrió ladina y termino por jalar suavemente una de las orejas de la imponente Aslan. —Si quieres algo de comer, levántate. Si realmente estuvieras muriendo de hambre no lo pensarías tanto.— añadió sonriendo ladina, le causaba ternura lo caprichosa que podía ser Siege.
