— Débiles de mente, puede ser. — Respondió con frialdad antes de soltar una carcajada jovial. — O tal vez víctimas de pensamientos instintivos y terriblemente básicos... — Con coquetería y descaro, removería sus largas hebras que ondeaban al viento para hacerlas caer sobre su espalda desnuda.
— ¿Por qué me llamas driade? —Cuestionó con un ligero arqueo de la ceja antes de detonarse un destello Naranja alrededor de sus pupilas. — He surgido a través del agua... ¿No sería más propio Ninfa o Nereida? — Le miraría de reojo tras encontrarle olfateando su hombro. Risueña, respondió ante su descripción: — Sueno muy saludable... si se me devorara. —
—Dudo fuertemente que sea solo a los ojos de los hombres a los que tu naturaleza le parece "perturbadora"...— Respondió con un cinismo que era ajeno a su naturaleza normal.
—Y yo pensé que fue mi magnética y salvaje esencia la que te trajo de visita... Me has roto el corazón, pequeña dríade.— Le siguió con la mirada alrededor del pequeño edén. El andar del hechicero era ligero, más de lo usual. Incluso sus orejas vibraban a momentos. La nariz aun humana de Ignis respingó, al momento que se acercó con impertinencia para olfatear por sobre el hombro de la fémina.
—Romero, Azaleas y frambuesas... Con un toque de vinagre de manzana, apenas una gota. — Se relamió los labios ante aquella descripción tan exacta de los aromas que evocaban la esencia de la dríade.
— ¿Exhibicionista?... — Repetiría antes de reír ligeramente. — Lamento que tus puros ojos se vean perturbados por la naturaleza de mi ser. Hombre tenías que ser, después de todo. — Diría con cierto pesar fingido en un suspiro.
De un brinco, bajó de la altura y cayó grácilmente sobre sus pies. Caminó sin rumbo por el jardín en el que se encontraban con la sensualidad de una muerte digna de ser sufrida antes de responderle.
—Vaya... De verdad no creí que funcionara.— Musitó para si mismo, refiriendose al collar mientras presenciaba la materialización de la driade.
—He dicho justo lo que has escuchado, traviesa driade... ¿Qué ha atraido tu curiosa y exhibicionista presencia a estos lares?— Le increpó con afilada impertinencia y los brazos cruzados al tiempo que su sonrisa le mostraba aquellos inmaculados colmillos; su recien adquirida cola se contoneaba con gracil lentitud. Similar a la que Aramis usaba en su natural vaivén de caderas al caminar.
La dama hace su aparición tras invocarse a través de la tierra: por una grieta surgió la femenina figura de agua cristalina que poco a poco se vistió de carne y color. Sus curvas pronunciadas exhibían la exquisitez de su desnudo y celestial cuerpo.
— ¿Qué dijiste de un Alfa, lobo? — Cuestionó con dulce voz. Sus ojos celeste mostraban un delicado destello Violeta mientras su pícara sonrisa le hacía ver traviesa. Cual ninfa, se sentó en el viento que les rodeaba como si fuese una roca invisible la que la sostenía y, observándole, arqueó una ceja mientras una verde enredadera nacía de la base de su columna para extenderse sobre sus turgentes senos, cubriéndolos de la curiosa vista de quien osase admirarla.
¿Ah...? ¿Y por qué no habría de? -Le cuestionó con una sonrisa descarada que le mostraba con orgullos sus afilados y recién adquiridos colmillos. Con la zarpa cortó la cuerda que unía el collar con la mano de Azafrán.-
¿Quien te dijo a ti que dejare que atraigas perras? -Su rostro estaba serio y sus orbes chispean de rabia por oír lo que decía el can.- Te haré una cita con el veterinario~
Grrr... Esto no es divertido, lady Azafrán... Me pica la cabeza, tengo el olfato muy sensible... ¡¡¡Y esta estúpida cola no se queda quieta!!! -Levanta el cuello y con el filo de la uña delinea la forma del collar de cuero. Mientras bufaba con la nariz arrugada. Sin duda algo de su humor también había cambiado con la transformación. -
Aunque el collar me queda sexy... Quizá me lo quede para atraer hembras...
