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IgnisScientia · 31-35, M
—Oh dulzura… Si supieras las cosas que mis labios son dignos de hacer… — La furia en los labios de la doncella del bosque era más que evidente. Las sutilezas y la cordialidad se habían terminado y fue aquella respuesta, pícara y descarada la que marcaba el fin del tacto del hechicero para con ella.

Ignis presenció con precaución la invocación de tan ostentosa arma. Con ambas dagas fuera de su alcance, la desventaja era más que notoria. ¿Entonces por qué sonreía de esa manera?

Las piedras dejaron de orbitar alrededor de la diestra de Ignis. El hechicero las atrapó con su mano aun manchada de la sangre derramada por el filo de su propia arma y las arrojó con fuerza a un costado. Unos simples guijarros no tenían comparación con tan magnifica arma. Así que era mejor no gastar energía.
 
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