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Siempre había considerado que no estaba destinado a disfrutar de la tranquilidad y la paz por más de unos cuantos días, quizá semanas siendo generosos, pero existía siempre un balance en el que, por cada paso dado hacia su destino, Hadir se encargaba de colocar tres o cuatro obstáculos nuevos con los que debía enfrentarse. A veces pequeños y banales, a veces tan grandes como sus sueños, su ego y su convicción; pero quizás, en esta ocasión, aquello había ido demasiado lejos a su criterio.

Como si el cuerpo no pudiera responderle, al entrar en un lapso de piloto automático, los ojos de Khalil observaron con atención los movimientos que siguieron a la voz de Khadimar; esa misma que pareció reproducirse como un nefasto eco en la lejanía que, a su vez, anunciaba lo peor. Parpadeó, iluso, en un intento de lograr entender qué era lo que estaba sucediendo y cómo los pronósticos de un favorable tiempo cambiaban de una forma radical. Pero, aunque todo parecía ser rápido para el mundo, para Khalil aquello parecía ser tan lento como el tormento que representan los granos de arena de un reloj, las débiles gotas que caen para saciar la sed de los esclavos y prisioneros retenidos en los calabozos del Palacio.

”Khadimar”

Se mantenía tan iluso que por un momento parecía ser más pequeño de lo que realmente era sin saber cómo reaccionar, qué decir o qué hacer. Porque ninguna parte de su cuerpo estaba dispuesta a responderle pese a la lucha impuesta en su mente para tener dominio de sus extremidades. No fue hasta que le vio caer, que terminó por fragmentarse entre temblores y temores. Mas aquello no se debía a la muerte que hubiese obtenido de no ser por la intercesión del varón, no, era por la del mismo Khadimar que reaccionaba así. ¿Cuántas personas, que él consideraba ‘importantes’, no habían perecido ya por su causa y/o defensa? Se acercó entonces, con el puño tembloroso entre el miedo y la rabia que nacía en él con rapidez; se dejó caer de rodillas y extendió las manos para sujetarle los hombros y girarlo. Examinaba con ojos atentos, así como nerviosos cada rastro de aquella herida. Titubeó. No sabía qué hacer, lo único que se le ocurría era regresar y dejar todo en manos tanto de Arkam como Nadima, los únicos en quienes podía confiar. Le asió entonces por los brazos y poco después se impulsó para ponerse de pie, sin embargo, terminó por volver a caer tras arrojarse hacia su lado derecho. A la izquierda yacía clavada en la tierra una flecha con la cola de color verde.

¡JA, JA, JA, JA! Khalil, qué alegría verte… Vivo —La emoción que la voz de aquel muchacho que permanecía de pie, a varios metros de allí, fue pasando de la felicidad al enfado. Era evidente que no estaba del todo satisfecho con los resultados que su sicario había obtenido; entonces volvió a tensar el arco conforme observaba el ceño de su ‘hermano’ fruncirse otro poco— Vamos, te prometo que no será doloroso. Seré más bondadoso de lo que han sido Mukthar y Aasiyah. [/c]

El ceño de Khalil se frunció aún más, sus ojos parecían arder de un fastidio felino que no podía ocultar. Siempre que se trataba de sus ‘hermanos’ sus emociones terminaban por estallar. Suspiró, poco después chasqueó la lengua y volvió a colocarse de pie una vez más. Murmuró un par de palabras, en un tono tan silencioso que pareció apenas separar los labios para emitir un poco de aliento. Entonces a su costado, apareció Arkam, su confiable mago que se apoyaba con el bastón mientras que reía suavemente, pero aquella sonrisa desapareció con la angustia que percibió dentro de la molestia en los ojos del príncipe.

Ya, ya. Entiendo, entiendo. —Repitió mientras que con movía la mano izquierda de arriba abajo para darle tranquilidad. Él seguía siendo tan sereno a pesar de la situación ocurrida así como la ahora presente. Ocupó entonces el lugar del príncipe siendo él quien se encargó de sostener a Khadimar y así aprovechar la oportunidad de examinar para tomar la decisión de los mejores cuidados ‘médicos’ –que no eran otra cosa que magia–, que debía implementar para disminuir la preocupación de su futuro gobernante.

Vamos, acabemos con esto de una vez, Rashad— Habló mientras que se sacudía un poco las manos, negó después y estiró la izquierda para señalar en dirección al templo de Hadir— Pelearemos allá, no me importa lastimar civiles en el proceso pero, ¿el cuarto príncipe piensa lo mismo? —Soltó una risa, ácida y cínica, cuando terminó de hablar. Era esa la personalidad que le solía mostrar con desprecio a sus hermanos. Avanzó entonces pero se detuvo para mirar de reojo al hechicero— Vete. Que nadie, especialmente Nadima, se entere de esto. Más te vale que él despierte. —Volvió entonces a mirar a Rashad quién le alcanzó y se miraron con total tranquilidad, como si antes no hubiesen tratado de matarse ya.

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