Servicial
About Me About Me NotesThe Whiteboard is a place where people can send Gestures, Attributes, Images, Comments, and much more...
This page is a permanent link to the comment below. See all comments »

SW-User
Una parte de sí mismo tenía esa vaga esperanza que la respuesta a su pregunta fuera afirmativa pero, incluso él mismo era consciente que las probabilidades de ello eran sumamente bajas. No se le podía pedir que cambiara de la noche a la mañana, así fuese un deseo transformado en orden, sabía que existían momentos en los que serían más fuerte las memorias y enseñanzas impartidas para ser lo que, en algún tiempo, era: un esclavo destinado a obedecer. Khalil terminó por tomar aire, en silencio, hasta que infló su pecho a tal punto que pensó le sería imposible aspirar más; y entonces lo dejó salir con la misma rapidez que su mirada viajó para encontrarse con Khadimar que le expresaba verdades que le parecían imposibles de creer y que, a su vez, le dejaba pasmado por la facilidad con la cual podía sonreír de aquel modo tan... Animado, tan cálido y sorprendente. Sin duda que la sorpresa no tardó en asomarse por sus ojos carmín, los cuales continuaron escudriñando cada uno de los pliegues de los labios ajenos con el único propósito de comprender cómo es que aquella emoción se formaba por una causa que, él mismo, consideraba absurda. ¿Cuántas veces había considerado que su compañía para otros no era más que un horrendo atropeyo que tenía como consecuencia la muerte? Muchas. Y sólo Nadima había sido capaz de quebrar una parte de los muros impuestos por sus estigmas para llegar hasta él.
Llevó la mirada al frente una vez más y detuvo sus pasos para permitir el pase de la carreta de un nuevo mercader así como otros transeúntes. Sus ojos intentaron mirar más allá de las telas que cubrían cúmulos de objetos valiosos de la arena: Un par de lámparas, más telas, algunas frutas de brillantes colores, joyas; seguramente era de esos múltiples vendedores que tenían artículos extraños que siempre le habían fascinado a pesar de su inutilidad. Continuó el recorrido del vehículo tirado por una mula y regresó su mirada una vez más hacia el muchacho, donde parpadeó un par de veces antes de fruncir el entrecejo y tensar los labios hacia la izquierda. Era un símbolo latente de su propia confusión y burla. Negó un par de veces antes de avanzar con pasos lentos y recobrar su semblante más neutro para mantener su careta ante la sociedad de su nación: Un ser inexpresivo que solía tornarse violento cuando la situación lo ameritaba, con los fieros ojos de una bestia felina que todo el tiempo estaba hambrienta y, también, un cinismo excepcional que nacía de la forma más natural con sus escandalosas risas para hacer quedar mal a los demás. Era una caja de sorpresas que, a su criterio, distaba de la concepción que su sirviente tenía debido al pasado que desconocía.
Y con el pasado, venían acciones, actitudes e historias que no podían contarse tan libremente a los oídos de todos. No importaba si fuese en el bazar, en los jardines del palacio, en el templo donde solía acudir a su Diosa por consuelo o consejo, o incluso en sus aposentos; siempre existía alguien que estaba dispuesto a escuchar de más para escarbar en sus memorias y abrir viejas heridas que, incluso con el paso de los años, aún no terminaban de cerrar o cicatrizar. Terminó entonces por carraspear, no para llamar la atención de su contrario sino más bien para limar esas asperezas que no sólo molestaban, pues comenzaban a generar en él una sensación de resequedad que se acompañaba de ese incómodo calor en el pecho y un dolor ocasional en la boca del estómago: Melancolía, su más constante compañera. Sin embargo, a su mente acudió una idea que le reveló la verdad más absoluta de sus cuestiones; era mejor que se enterara del pasado por su propia boca que por los rumores, los chismes o las invenciones, convertidas casi en leyenda, de sus aventuras para hacerse de su lugar no sólo entre los herederos legítimos del Sultán, sino también convertirse en él.
— Eres un hombre libre ahora. Y como tal, mientras permanezcas en esta tierra bajo mi protección y cuidado, tienes permitido el saber.— Dictaminó con una voz firme pero que reflejaba en sus notas una infinita tranquilidad que le ayudaba a esconder muy bien sus verdaderas emociones. Se giró por un momento, sin detener el movimiento de sus pasos y, con la mano más cercana, palmeó el hombro del varón un par de veces para incitarlo a relajarse.— Un hombre que conoce, es un hombre sabio, un hombre curioso... Un hombre libre. Todo lo que desees saber sobre Ghaaliya te lo explicaré, incluso Nadima podría hacerlo mejor que yo. Akram... Suele exagerar.— Hizo una par de muecas con los labios mientras que trataba de encontrar la forma de hilar sus ideas. Nadima, su mano derecha en las funciones reales, era más directa pero también sentimental, así que ella le daría más respuestas sobre el pasado del príncipe que de la nación misma; por otro lado, Akram sólo inventaría algunos rumores mientras se centraba en hacer más grande la historia de Khalil.
Llevó la mirada al frente una vez más y detuvo sus pasos para permitir el pase de la carreta de un nuevo mercader así como otros transeúntes. Sus ojos intentaron mirar más allá de las telas que cubrían cúmulos de objetos valiosos de la arena: Un par de lámparas, más telas, algunas frutas de brillantes colores, joyas; seguramente era de esos múltiples vendedores que tenían artículos extraños que siempre le habían fascinado a pesar de su inutilidad. Continuó el recorrido del vehículo tirado por una mula y regresó su mirada una vez más hacia el muchacho, donde parpadeó un par de veces antes de fruncir el entrecejo y tensar los labios hacia la izquierda. Era un símbolo latente de su propia confusión y burla. Negó un par de veces antes de avanzar con pasos lentos y recobrar su semblante más neutro para mantener su careta ante la sociedad de su nación: Un ser inexpresivo que solía tornarse violento cuando la situación lo ameritaba, con los fieros ojos de una bestia felina que todo el tiempo estaba hambrienta y, también, un cinismo excepcional que nacía de la forma más natural con sus escandalosas risas para hacer quedar mal a los demás. Era una caja de sorpresas que, a su criterio, distaba de la concepción que su sirviente tenía debido al pasado que desconocía.
Y con el pasado, venían acciones, actitudes e historias que no podían contarse tan libremente a los oídos de todos. No importaba si fuese en el bazar, en los jardines del palacio, en el templo donde solía acudir a su Diosa por consuelo o consejo, o incluso en sus aposentos; siempre existía alguien que estaba dispuesto a escuchar de más para escarbar en sus memorias y abrir viejas heridas que, incluso con el paso de los años, aún no terminaban de cerrar o cicatrizar. Terminó entonces por carraspear, no para llamar la atención de su contrario sino más bien para limar esas asperezas que no sólo molestaban, pues comenzaban a generar en él una sensación de resequedad que se acompañaba de ese incómodo calor en el pecho y un dolor ocasional en la boca del estómago: Melancolía, su más constante compañera. Sin embargo, a su mente acudió una idea que le reveló la verdad más absoluta de sus cuestiones; era mejor que se enterara del pasado por su propia boca que por los rumores, los chismes o las invenciones, convertidas casi en leyenda, de sus aventuras para hacerse de su lugar no sólo entre los herederos legítimos del Sultán, sino también convertirse en él.
— Eres un hombre libre ahora. Y como tal, mientras permanezcas en esta tierra bajo mi protección y cuidado, tienes permitido el saber.— Dictaminó con una voz firme pero que reflejaba en sus notas una infinita tranquilidad que le ayudaba a esconder muy bien sus verdaderas emociones. Se giró por un momento, sin detener el movimiento de sus pasos y, con la mano más cercana, palmeó el hombro del varón un par de veces para incitarlo a relajarse.— Un hombre que conoce, es un hombre sabio, un hombre curioso... Un hombre libre. Todo lo que desees saber sobre Ghaaliya te lo explicaré, incluso Nadima podría hacerlo mejor que yo. Akram... Suele exagerar.— Hizo una par de muecas con los labios mientras que trataba de encontrar la forma de hilar sus ideas. Nadima, su mano derecha en las funciones reales, era más directa pero también sentimental, así que ella le daría más respuestas sobre el pasado del príncipe que de la nación misma; por otro lado, Akram sólo inventaría algunos rumores mientras se centraba en hacer más grande la historia de Khalil.
[1/2]