Hisashi

- La presencia de aquel prójimo era solemne, su sola figura manifiesta pavor. Claramente no es un mocoso que nació ayer, nuestro ilustre protagonista de la historia japonesa debe ser prudente. Una acción errónea podría poner en contingencia su humanidad.
Además de ser un egregio hombre por sus cualidades con el sable largo, sus contendientes sabían su magna peculiaridad para elaborar una logística primorosa. Analiza los detalles de la biosfera que lo rodea, usa su cacumen para trazar un plan adecuado. No es uno de esos belígeros que arremeten buscando finalizar la pugna de forma rauda.
Tras escudriñar en la anatomía del opuesto llega a la conclusión que debe dar paso a una pendencia, no será algo diáfano pero eso es lo que hace jovial a las lid.
Vuelve a sentir la vehemencia de cuando era un simple lozano, sus fanales exhiben intrepidez.
Es hora de dar alpha a sus acciones.
El maestro dos cielos no estaba en la frontal del oponente, yace a su lateral teniendo en su delantera un árbol.
Se inclina hacia la superficie de la tierra, agarra con su mano siniestra una roca de unos 8 centímetros, está es irregular.
Siendo cauteloso y sin causar fragor, con ímpetu la lanza hacia la vanguardia de su antitético a una increíble velocidad. Su finalidad es darle en el costado de la cabeza para fracturar su cráneo y provocar un derrame cerebral. Por supuesto, también busca llamar su interés con ese objeto para poder realizar su siguiente ofensiva sin tanto impedimento en ser detectado.
No tardo ni un ápice para desencadenar una embestida hacia el adversario, de manera circular para rodearlo y quedar posicionado en su zaga. Su transitar fue instantáneo, puede ser percibido por el enemigo pero la piedra le daba un mayor porcentaje de pasar desapercibido.
Dato curioso, el corrió en dirección paralela al peñasco. Nadie es tan soso en realizar una agresión por el mismo lado de la otra. (?)
En un santiamén emplea la técnica milenaria que fue creada en la época edo:
《Laido》
Fue un fugaz desenvainamiento el divisado, que con la misma diligencia con la cual fue desefundada su katana del ente, lanzó un corte horizontal; una tajada que mutila los ventarronónes sin traba alguna. Tal movimiento constituyó de una gesticulación de su mano diestra tras empuñar el mango de su arma bélica. El brío que impregno en su ataque fue exorbitante, quiere cortar en tonalidad el cuello del antagonista. Desprender su cabeza de su tronco y provocar una lluvia de su sangre era lo cardinal para erradicar su vida.
En los acaecimientos quedó algo en el segundo plano, desde el umbral de todo el estaba llevando a cabo la englomeración de su energía vital dentro de si mismo, ya que estaba formulando futuras repuestas en contra del crío. Su guardia nunca la bajo, se mantiene advertido. No pasa por sus pensamientos confiarse. -

- Yacia errando por aquel soto, su transitar no estaba predeterminado. Sólo era un vagabundo que andaba desorientado en esa área abrazada por pura naturaleza.
Es algo ameno para el estar aislado de la sociedad humana, así puede apreciar asaz el sosiego.
La iluminación del altísimo recae sobre su anatomía hercúlea, se logra divisar una indumentaria característica de su nación, un kimono azabache que ampara su físico junto a un haori albo.
Su cabellera negra flamea a la mano de aquellos vendavales que se hacen presente y arremeten con gallardía a su cuerpo, también a los árboles que desprenden sus hojas tras movimientos fuertes de las ramificaciones.
Logra escuchar relativamente cerca unos sonidos metálicos, esto obtuvo en tonalidad su atención.
Camina con quietud hacia el origen de aquel ruido, mantiene su semblante sobrio. Su faz no exhibe más que armonía, no manifiesta ningún mohín alterado o algo por el estilo.
Tiene sus dos sables largos en su vaina, ambos sostenidos por una cuerda en su cintura a su lado siniestro. Esto evita que se caigan por ahí. Son de un metal bastante resistente.
Logra visualizar al antagonista, también tenía un arma. Se mantiene oculto detrás de un árbol, quiere evitar ser detectado ya que ese de apariencia de niño puede ser alguien hostil. Su presencia es casi nula, no recalca ninguna sed de sangre. No aparta sus fanales del contrario, tiene su guardia arriba por si sucede alguna anomalía. -