Había musitado con simplicidad, así mismo suavizó su tono al verse enterado de la situación.
— La vida misma es una sentencia de muerte, sin embargo, la ignorancia dicta una doble sentencia. Os pido disculpas por mi inapropiada forma de dirigirme a usted, una vez más mi ignorancia me traiciona de manera peligrosa.
En mis dedos llevo tu sentencia de muerte si sigues hablandome con tal descortesía, en cuanto a mis adornos, son parte indispensable de una emperatriz como yo.
