Un poco diferente al resto, es todo.
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JLc1518779 · M
Una voz, llamándole. Imágenes borrosas y un sentimiento lejano de melancolía. El tiempo transcurrió, mientras el sueño de la bella durmiente continuaba. Revivir en cada imagen, el pasado, aquel tiempo trágico que jamás dejaba de perseguirla. Volver a dormir, significaba sufrir de nuevo por los errores de antaño, vivir una existencia trágica en un abismo, quizás, sin retorno. Aquello, ¿Sería igual a morir? “Souseiseki…”, escuchó aquel nombre que le había dado la persona que la creó. Su padre, aquel que tanto amaba, aquel por el cual debía cruzar por tanto dolor, sólo para volver a verlo. ¿Y sus hermanas? ¡También las amaba! Por ello el dolor, de tener que luchar contra ellas para conseguir algo más. Sin embargo, estaba ella, en especial… Suiseiseki, su melliza, con quien compartía alma. “¿Estaremos juntas a partir de ahora, Souseiseki?”, recordó aquella interrogante que le había hecho la jardinera portadora de la regadera. “Sí. Te lo prometo.”, y esa fue la respuesta de Souseiseki, su hermana menor, pero de personalidad más madura que aquella otra niña traviesa. ¿Cuánto tiempo más, es que los sueños atormentarían a la doncella? Tenía miedo, el mismo pavor que siempre le invadía al saber que dormiría por otra era más, ¿Y si nadie la encontraba? ¿Si no le daban cuerda? Jamás podría abrir los orbes… Jamás vería de nuevo a su gemela.
Ese mundo nuevo, fue elegido por él, y el conejo se encargaría de preparar el tablero, otra vez. Colocó en su respectiva escena a cada muñeca. Souseiseki fue separada de las otras seis, ¿Se volverían a encontrar? La cuestión era… Si alguien las encontraría.
Dentro de un teatro antiguo, quedó la maleta oculta. Fue ahí donde la dejo el Conejo tras llegar a través de unos de esos agujeros dimensionales que asimilaban una madriguera. Ese conejo que tanto incordiaba a las doncellas de la Rosa. ¡Si tan sólo pudiese cortarle la cola! Realmente, sería lo más agradable que pudiese hacer Souseiseki, no por nada lo había amenazado en el pasado, así como su hermana mayor, la primera doncella de Rozen. En silencio, aquel nuevo escenario ahora sería la compañía de la muñeca, aún cuando esta no supiera que yacía metida en dicho lugar. Sólo tenía que esperar… Y esperar...
En una tabla tirada escasos cm del maletín, estaba escrito en un extremo lo siguiente: “Dar cuerda”, mientras que en el otro ponía: “No darle cuerda”.
Ese mundo nuevo, fue elegido por él, y el conejo se encargaría de preparar el tablero, otra vez. Colocó en su respectiva escena a cada muñeca. Souseiseki fue separada de las otras seis, ¿Se volverían a encontrar? La cuestión era… Si alguien las encontraría.
Dentro de un teatro antiguo, quedó la maleta oculta. Fue ahí donde la dejo el Conejo tras llegar a través de unos de esos agujeros dimensionales que asimilaban una madriguera. Ese conejo que tanto incordiaba a las doncellas de la Rosa. ¡Si tan sólo pudiese cortarle la cola! Realmente, sería lo más agradable que pudiese hacer Souseiseki, no por nada lo había amenazado en el pasado, así como su hermana mayor, la primera doncella de Rozen. En silencio, aquel nuevo escenario ahora sería la compañía de la muñeca, aún cuando esta no supiera que yacía metida en dicho lugar. Sólo tenía que esperar… Y esperar...
En una tabla tirada escasos cm del maletín, estaba escrito en un extremo lo siguiente: “Dar cuerda”, mientras que en el otro ponía: “No darle cuerda”.