No le pasó desapercibido el gesto de Haniel, quien -al igual que ella en la mayoría de los asuntos mundanos- no estaba muy familiarizado con los usos y costumbres de los humanos; cosa irónica, dado que, de entre ambos, él había sido quien pasó más tiempo observando el mundo de los hombres, aunque sabía muy bien las razones para ello. Una ligera punzada de remordimiento atacó su pecho al recordar las razones para el cambio operado en su compañero; pero resolvió guardarse la cuestión y simplemente continuar con el flujo de la escena. —¿Seguro? No quiero que después te reprendan...— Dudosa, se llevó el índice a los labios, segundos antes de sonreírle ampliamente al saber que él confiaba en ella como para dejar de lado las tareas y acompañarla. Con las manos cruzadas tras la espalda, asintió. —¡Claro! He oído de uno muy bueno que está a unas calles de aquí. ¿Nos vamos?