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22-25, F
うたゝねのこのよの夢のはかなきにさめぬやがての現ともがな
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Japón atravesaba un proceso de cambio político, económico y social histórico. Atrás quedaba el periodo Sengoku, abriendo paso a la edad Edo. Los yokais aún dominaban una gran parte de los territorios en cada uno de los puntos cardinales; sin embargo, eran cada vez menos las bestias puesto que las más primitivas y débiles ceden ante el progreso de la humanidad y sus exterminadores de demonios. Sin embargo, otro linaje milenario se mantiene vigente y en ello resaltaba la longeva existencia del daiyokai que responde al nombre de Sesshomaru, la fama precede al guerrero de blanco cabello, estola larga que pende del hombro y rasgos faciales como una media luna y las franjas. Incluso le temen los demonios más poderosos puesto que sus garras y espada eran prácticamente invencibles. En su pasado quedaba la ambición por la herencia de su padre a su medio hermano híbrido, reemplazado por el afecto a una humana que a la fecha, tras varias décadas, seguía sus pasos desde el más allá. Sus gemelas, las llamadas princesas gemelas aún se mantienen activas, para ese entonces nada ni nadie se atrevía a cruzar lazos con la familia descendiente del Inu no Taisho.

Las tradiciones y cultura también cambiaban, poco, pero eran cambios cada vez más visibles, Sesshomaru en su forma física no había cambiado en lo más mínimo; sin embargo, era un yokai aún más sapiente y experimentado, el tiempo le ha sabido dar la razón. Aquella noche seguía un particular rastro de perfume nada cotidiano en un territorio cercano a la aldea donde vivían sus hijas. Jaken en tanto cuidaba la tumba de Rin. Decidió explorar, un aroma propio de los humanos de las nuevas urbes y sus barrios aislados de los centros urbanos. Su miel mirar observa de reojo, sus sentidos indicaban el camino de esa forastera fragancia, sus agudo oído le alarma de unos pasos adyacentes que retumban contra las cortezas de los árboles y dejan una apenas perceptible huella en el suelo.

Se adentró, mientras las víboras demoniacas seguían también entre los árboles a aquella extraña presencia cuya sombra resalta en la oscuridad, iluminada levemente por la luna. Su bakusaiga era un lujo reservado solo para oponentes medianamente dignos, por lo que sus garras cazaron en un hábil zarpazo a los demonios que también seguían a esa persona. Justo cuando el sendero entre los árboles finalizaba en un pequeño valle que permite mayor iluminación natural, un estanque refleja la luna y podía observar la figura humana revestía de kimonos y maquillaje, no era una sacerdotisa y tampoco alguien del clan de los exterminadores.

[b]- Humana, tu rastro no ha sido algo al azar. ¿Qué quieres? -[/b] Puntualizó ese inexpresivo y orgulloso demonio, pese a la distancia había una considerable diferencia entre tallas, le veía prácticamente por sobre su hombro. [b]- Habla o muere. -[/b]

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owo/) *le dejaba un dulce y le mostraba su lego* owo