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Hanaogi · 22-25, F
La cortina de humo se disipó ligeramente cuando la mujer tuvo que reír en voz alta, pero jamás estruendosa, con esa enorme y ensangrentada boca. El humo le salía hasta por las mejillas. Le ofreció la pipa al hombre sin mayor ceremoniosidad.
—Opio.— dijo, a secas, con los ojos siguiendo los movimientos de la mano ajena, atenta.— Te advierto que es altamente adictivo, ¿aún así lo quieres probar, intrépido forastero?
—Opio.— dijo, a secas, con los ojos siguiendo los movimientos de la mano ajena, atenta.— Te advierto que es altamente adictivo, ¿aún así lo quieres probar, intrépido forastero?
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