Quizá eran las ocho, probablemente las nueve de la mañana, pero el azabache aún seguía acostado en su cama, totalmente dormido, al menos hasta que escucho un "escándalo" en el piso de abajo. Abrió sus ojos con pereza incalculable, uso su baño privado para cepillarse y lavarse la cara, no demoró mucho, abrió la puerta de su habitación y empezó a bajar las escaleras con calma, entonces los vio, su padre y su hermana estaban peleando por quien se debería comer el último trozo de tocino, nunca iban a cambiar. Hizo un adaman de saludo.

Su madre, una mujer castaña, de facciones japonesas sonrió con dulzura a su hijo, luego estaba el hombre alto de larga y negra melena, su padre, a simple vista un hombre enérgico, jovial, con tal solo verle sonreír se notaba que era poseedor de un corazón de oro. Finalmente, su hermana pequeña, solo era un año menor, era muy bonita, aunque le faltaba algo de estatura. {...}