La muerte, la oscuridad... todo era un momento que cercaba el paso al plano físico y que abría un camino nuevo al plano espiritual, uno más caótico de lo que se esperaría o de lo que las historias humanas sugerirían. Ante las almas recién salidas de sus cuerpos se abrirían siempre dos caminos, uno blanco o uno negro, pero jamás nada intermedio, y era el deber de la "guía" encargarse de eso. Aunque comúnmente su camino era hacia la luz, al parecer esa vez hizo una particular desviación de su ruta habitual, manteniendo esa forma de pequeño zorro que le facilitaba el trabajo en la mayoría de veces. A pesar del gran tramo de oscuridad que hubiera alrededor, la criatura albina caminaba con tranquilidad, la seguridad de saber muy bien por donde iba a pesar de que no fuera un lugar que frecuentara, siendo las luces rojizas de fondo lo que le indicó que ya estaba por llegar.
Sus pasos pequeños eran acompañados por el sonar de un cascabel que tuviera atado al cuello, además de que su cola brillante azul dejaba una corta estela de luz por su camino, lo que seguramente atrajo a esas almas que habían llegado con ella hasta ahí. Vió la particular silueta que aparentemente la recibiría junto a los sorpresivos invitados atrás suyo, por lo que una vez estuvo a eso de un metro y medio de la entrada detuvo sus pasos y tomó asiento, alzando la cabeza hacia quién le hubiera hablado.
—Aunque no era mi intención traerlos, las almas humanas suelen seguirme como instinto. Sin embargo, es extraño que la Ciudad Fantasma no esté recibiendo a nadie. La curiosidad de saber la razón me trajo hasta aquí. —
La criatura hizo una corta reverencia después de decir eso, siendo que aunque era pequeña en apariencia, la naturalidad de sus palabras demostraría que no se veía intimidada por la presencia contraria, más allá de la pesada aura que pudiera percibirle. Ella era la guía, los asuntos del cielo o el infierno eran ajenos a su deber, pero no por eso sentiría menos curiosidad por eso, lo que la llevaría hasta ahí.
