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—¿Qué está haciendo ahora, Gege?
 
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XL1578686 · 100+, M
Con solo escucharle esbozó una sonrisa mientras su mano terminaba de recorrer ese negro mechon de cabello que ahora caia suavemente sobre su hombro.


También estoy feliz de poder trabajar al lado de San Lang pero no me sentiría bien si solo yo descanso, tambien ayudaré. Lo tomó de la mano con el gesto de que ya debían salir. No sin antes arreglar su túnica externa.
HC1578691 · M
Sus ojos brillaron al ver esa reacción y sus labios se curvaron contra su piel; podría pasarse la eternidad provocándolo si cada vez que lo hiciera vería ese rostro sonrojado. Sabía que podía hacerlo sucumbir si presionaba un poco más, pero también sabía que su Dianxia se sentiría muy culpable si le fallaban a esos aldeanos. Tentado a hacer algo más, presionó sus dedos contra los costados ajenos, pero se contuvo, pues sabía que no podría detenerse después. Se separó de él y aflojó el abrazo. —Como Gege ordene... estaré feliz de trabajar con usted hoy, pero no se sobreexija. Puedo hacerlo solo, mientras observa desde la sombra.
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¿Por qué siempre San Lang tenía que salirse con la suya y hacer que su rostro hirviera en carmín? El simple tacto de su boca apretando su piel en una suave mordida lo había hecho estremecer, al grado de acelerar su corazón. San Lang hizo un compromiso con los aldeanos, San Lang debe cumplir, lo demás podremos hacerlo cuando regresemos. fue lo único que pudo decir mientras trataba de ocultar su rostro. Si siguiera insistiendo no podría negarse pero debía permanecer firme y hacer que cumpliera su palabra.
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Dejando un brazo al rededor de su cintura, subió otro por su espalda para atraerlo más hacia sí mientras lo escuchaba. —Ya que terminaremos rápido, no importa si llegamos solo un poco tarde, ¿verdad? —A la altura que estaba, le fue sencillo usar la punta de su nariz para apartar la tela de sus túnicas y rozar un poco su clavícula, donde dejó una suave mordida mientras lo miraba.
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Lo escuchó atentamente mientras terminaba de dar los últimos toques en su peinado, dejando la cola de caballo de lado como la primera vez que lo peino. Te comprometiste con los aldeanos en que ayudarías en las labores, y los compromisos deben siempre cumplirse, pero iré contigo, también ayudaré en las tareas de hoy. Terminaremos más rápido si ambos cooperamos y podremos regresar al santuario en menos del tiempo previsto.
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Recibió el pequeño beso y volvió a sonreír, a sabiendas de lo difícil que era para el mayor dar esos pasos con iniciativa propia. Cerró los ojos tranquilo y se dejó peinar, sin deshacer el abrazo que tenía en la cintura ajena. —Tampoco me molestaría que demore... de hecho, ¿está completamente seguro de que los aldeanos necesitan mi ayuda hoy? —Realmente no necesitaba excusas para rechazar una tarea tediosa bajo el sol por quedarse en casa, sonsacando a Dianxia para recibir más de sus muestras de afecto.
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Pudo ver ese rostro de decepcion reflejado en la mirada ajena y una punzada recorrió su corazón. San Lang era de palabra y ya con el peine en sus manos, tomo algo de valor. Estaba dispuesto a sacrificar su decoro y levanto el rostro contrario para depositar un beso en los labios. Te peinare como siempre acostumbras asi que no demoraré mucho. Desvio un poco la mirada girando su rostro, tratando con ello de evitar que San Lang se percatara del rubor carmin que empezaba a nacer en sus mejillas.
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Al recibir el beso en la frente, se mostró decepcionado. No podía decir que no se le había complacido, después de todo, cada muestra de afecto de su Dianxia era muy atesorada por él; sin embargo, allí se encontraba ese "joven de 17 años" bajando la mirada y los hombros, antes de entregarle el peine al mayor. —Como lo prometí. —Acto seguido, hundió su rostro entre el hombro y el cuello ajeno, quedándose allí mientras se dejaba peinar.
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Como podía decirle que no... Por alguna extraña razón San Lang era la única persona a la que no podía negarle sus peticiones, asi que suspiro resignado mientras tomaba el rostro ajeno con ambas manos y estampo y pequeño y suave beso en la frente contraria. Por ahora deberás conformarte con eso, despues te compensare con todo lo que desees.
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Lo elevó un poco del suelo con el abrazo y tomó asiento, acomodándolo a él sobre su regazo, aún abrazado, con el frente hacia él. Allí se tomó un momento para recoger el peine del suelo y lo mantuvo en su mano. —Así es, Gege, es lo justo. Me compensa un poco ahora y dejaré que me peine como quiera.

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